El 19 de mayo de 1998 se detuvo la comunicación en nuestro planeta. Al menos eso pensaría uno a juzgar por la reacción.
Ese día, el satélite Galaxy IV, de 250 millones de dólares, se salió de su posición debida inutilizando así casi 90% de los localizadores de los Estados Unidos.
¿Te sentiste desconectado durante ese tiempo? ¿No sonaba el bíper? ¿Te sentiste aislado? Yo no soy del tipo de personas que usa teléfonos celulares, por lo que siempre estoy desconectado.
Pero para algunas personas, no fue gracioso. Los médicos bregaron mucho para mantenerse en contacto con sus pacientes. En una entrevista con La Prensa Asociada, un importante profesional de la medicina comparó el fallo técnico con una gran tormenta de nieve. Sin los localizadores, los pacientes que esperaban donantes para que les hicieran transplantes y los bomberos que no estaban de servicio se quedaron desconectados. El potencial para un desastre era enorme.
¿Te imaginas qué desastre sería para nosotros y para nuestro mundo si perdiéramos la comunicación con Dios? Sin embargo, cuando oramos, podemos tener siempre la confianza de que tenemos una comunicación confiable e instantánea con Él.
Cuando el autor del Salmo 116 se metió en problemas y oró, no recibió un mensaje en su localizador que decía: «Lo sentimos. El satélite no funciona.» Más bien Dios lo libró y su respuesta fue escribir un salmo de alabanza. ¿Cuánto te ama Dios? Tanto que constantemente inclina su oído hacia ti. Y siempre responde a tus peticiones, tal vez no con un «sí», pero siempre con lo que es mejor para ti. Nunca se romperá nuestra comunicación con Dios.
Y recuerda: la comunicación es de dos vías. Ya Dios te ha «llamado» mediante su Palabra, su Espíritu, y enviando a su Hijo a morir en la cruz para que tú pudieras tener el perdón de pecados y una relación personal con Él. Contesta su comunicación hoy. Si no eres creyente, dile a Dios que confías en Cristo. Si eres cristiano, habla con Él ahora mismo. Él siempre está listo para recibir tu mensaje… y responder. —JC
R E F L E X I Ó N
■ ¿Cuánto dependo de los localizadores y los teléfonos celulares? ¿Demasiado? ¿No lo suficiente? ¿Para nada?
■ ¿Cómo me puedo asegurar de que me estoy comunicando lo suficiente con Dios?