Se cuenta la historia de una familia que fue a pasar el día junto a un lago. En cierto momento, el hijo de cinco años se metió en el agua, puso un pie en la parte profunda y se hundió. Como ninguno de los adultos del grupo sabía nadar, corrían de un lado al otro por la orilla, llenos de pánico, mientras el niño salía a la superficie y se hundía pidiendo ayuda a los gritos. Justo en ese momento, pasaba un hombre. Al darse cuenta de lo que sucedía, se zambulló en el lago y rescató al muchachito. Cuando llegó a la orilla con el niño, el cual estaba asustado, pero sano, lo único que le oyó decir a la madre enojada fue: «¿Y el gorro de Juani?».
Muchas veces nos preocupamos por decepciones insignificantes que nos llevan a rezongar y a quejarnos, en vez de concentrarnos en las cosas hermosas que Dios coloca en nuestra vida, entre las cuales se destacan Su amor y salvación eternos. Cuando nos quejamos por las pequeñas insatisfacciones de la vida, es como si estuviésemos diciendo: «¿Y el gorro de Juani?».
Pablo escribió: «Dad gracias en todo» (1 Tesalonicenses 5:18). Quizá no estemos agradecidos por cada cosa que se nos cruza en el camino, pero sí podemos dar gracias en todo. Tal vez sea difícil dar gracias cuando se pierde el trabajo o la salud se deteriora, pero podemos agradecer por las bendiciones que el Señor nos ha dado en este mundo y por la vida eterna que nos espera.