Dwight L. Moody dijo: «Cuando un hombre piensa que tiene mucha fuerza y confía en sí mismo, puedes anticipar su caída. Tal vez pasen años antes de que salga a la luz, pero ya ha comenzado». Esto ciertamente le sucedió al rey Uzías.
Todo parecía andar tan bien en su vida… Era obediente, se sometía a sus consejeros espirituales y buscó la dirección de Dios durante la mayor parte de su reinado. Mientras le pidió al Señor que lo ayudara, Él le concedió grandes triunfos, los cuales se evidencian en muchos de sus logros (2 Crónicas 26:3-15).
La vida de Uzías se caracterizó por tener gran poder y éxito humanos hasta que todo eso lo encegueció. Su orgullo se manifestó de diversas maneras: desafió la santidad de Dios al traspasar los límites del templo y atreverse a asumir una posición que nunca podría tener (v. 16); consideró que el poder de Dios era bueno, pero que no lo necesitaba en absoluto para ejercer su liderazgo (vv. 5,16); rechazó la disciplina y el consejo piadoso (vv. 18-19); pasó por alto su oportunidad de arrepentirse; e ignoró las consecuencias de su pecado, en lugar de temer a lo que podría sucederle (vv. 18-19).
Cuando Dios nos concede triunfar en alguna área de nuestra vida, no nos olvidemos de la Fuente de dicho éxito. Quiera el Señor que escojamos vivir con humildad, porque Él da gracia a los humildes.