Contra el trasfondo del rojizo cielo de la noche, el jefe indio Arapaho se puso de pie, y con los brazos alzados dio gracias al Gran Espíritu con cánticos. Su tribu tenía carne, ropa y salud, y él había ido a ese sagrado lugar a expresar su gratitud.
En lo profundo del interior de la China, una mujer se inclinaba delante del altar donde tenía muchos dioses en su cocina. Estaba allí para dar gracias por su hogar y por la buena salud de su familia.
El antiguo rey griego se abrió camino por el polvoriento sendero que conducía a Delfos para hacer su contribución al tesoro de los sacerdotes y las sacerdotisas. Era su manera de dar gracias a Zeus y a los otros dioses del panteón griego por el éxito obtenido en la guerra, y de pedir su continuo favor.
Tal vez escuches a algunos de tus amigos dar gracias «al de allá arriba» por su prosperidad. O tal vez les oigas decir: «Hay alguien allá arriba a quien le caigo bien», cuando tienen buena fortuna o se escapan de algo malo.
La humanidad siempre ha buscado la manera de expresar su gratitud por las bendiciones de la vida. Y lo ha hecho de muchas maneras diferentes, a menudo sin conocer al verdadero Dios.
Aquí es donde nosotros, que somos creyentes en Jesucristo, tenemos una ventaja, porque sabemos a quien dar gracias. Damos gracias a Dios, quien se nos describe en la Biblia, porque sabemos que todas las cosas buenas vienen de Él. La comida diaria (aunque sea la de la cafetería de la escuela), la ropa (no siempre al último grito de la moda), cobijo (aunque tu casa no se haya redecorado desde los años 60) y la familia (incluyendo al metiche de tu hermanito) son todos regalos de Él. De hecho, aun las cosas que empiezan siendo malas (como un profesor estricto) a menudo terminan siendo causas de gratitud.
¿Te sientes agradecido? Sigue el consejo del salmista y «alaba al Dios de los cielos» (Salmo 136:26). Después de todo, sabemos a quien dar gracias. —DE
R E F L E X I Ó N
■ ¿Por qué cosa en especial debo dar gracias ahora mismo?
■ ¿Le he expresado mi gratitud a Dios? ¿Por qué?
■ ¿Tengo que hablar a mis amigos del Dios que es la verdadera fuente de toda bendición?