Jamás olvidaré mi primera experiencia en un lavadero automático de automóviles. Mientras me acercaba con temor, como si fuera al dentista, puse el dinero en la ranura, nerviosamente revisé las ventanillas una y otra vez, moví el coche con cuidado hasta la línea, y esperé. Fuerzas más allá de mi control comenzaron a mover el auto, como si estuviera sobre una cinta transportadora. Ahí estaba yo, encajonada en el vehículo, cuando un atronador chorro de agua, jabón y cepillos comenzaron a salir de todos lados. ¿Qué pasaría si quedo atrapada aquí o el agua entra de golpe?, pensé de modo irracional. De repente, el agua se detuvo. Después de un secado de aire a presión, el coche fue nuevamente impulsado, limpio y brillante, hacia el mundo exterior.
En medio de todo eso, recordé épocas tormentosas en mi vida en que parecía estar en una cinta transportadora, víctima de fuerzas más allá de mi control. Ahora las llamo: «Experiencias de lavadero de coche». Me acordé de que, al atravesar aguas profundas, mi Redentor había estado siempre conmigo, protegiéndome de la marea creciente (Isaías 43:2). Cuando salía por el otro lado, lo cual siempre sucedió, podía decir con gozo y confianza: «¡Dios es fiel!»
¿Estás en medio de una experiencia de lavadero de coche? Confía en que el Señor te llevará hasta el otro lado. Entonces, serás un testimonio resplandeciente de Su poder protector.