En el curso normal de la providencia, Dios obra en y a través de la naturaleza, no a pesar de ella. Por esta razón, es difícil comprobar con certeza algunas respuestas de oración.

«Sólo la fe certifica la conexión», escribe C. S. Lewis. «Ninguna prueba empírica podría establecerla». Creemos que una oración ha sido contestada porque tenemos fe, no porque hayamos aplicado algún criterio científico para demostrarlo.

La mayoría de las formas en que nos encontramos con Dios (la naturaleza, la Biblia, la Santa Cena, la iglesia, otras personas, etc.) incluyen cosas que podemos palpar. Sin embargo, la condición divina corresponde al reino espiritual. La oración refleja esta diferencia entre nosotros.

Aunque le pidamos al Señor que intervenga directamente, no debería sorprendernos si lo hace de un modo más sutil y vinculado a nuestras decisiones. Un alcohólico ora, diciendo: «Señor, ayúdame a no beber hoy». Es probable que la respuesta a esta oración se genere en el interior de la persona, producto de una decisión firme o de un profundo pedido de ayuda a un amigo, más que como resultado de algún milagro, como podría ser que las botellas de licor desaparecieran mágicamente de un armario.

Sea que Dios intervenga de manera sobrenatural o que nos dé el poder para obedecerle, nosotros confiamos en Su carácter. Vemos una verdadera asociación, íntima y entrelazada.