Los gigantes mantienen un lugar especial en nuestras tradiciones, tanto en la historia como en la literatura, como el gigante Goliat de la realidad o el famoso gigante de ficción en el cuento Jack y las habichuelas mágicas.
A veces usamos la palabra gigante para honrar a personas de tamaño normal que han hecho cosas extraordinarias. Un ejemplo es el físico del siglo xvii, Sir Isaac Newton. Era un cristiano comprometido, y por ello acreditó su éxito a otros «gigantes» que lo habían precedido. «Si he visto un poquito más allá —dijo—, es porque estaba subido sobre los hombros de gigantes». Es más, Newton llegó a ser un gigante sobre cuyos hombros se apoyaron otros científicos en épocas posteriores; sus observaciones fueron usadas para la conquista de los viajes espaciales.
Cuando Dios le ordenó a Josué que dirigiera a los israelitas hacia la tierra prometida, ciertamente este líder tuvo los hombros de un gigante sobre los cuales subirse. Él había observado el liderazgo de Moisés durante 40 años y ahora podía poner en acción lo que había aprendido.
Josué tuvo otra ventaja: su caminar con Dios sustentó la misión de su vida. Por lo tanto, mientras guiaba a Israel, contó tanto con el ejemplo de Moisés como con la promesa de la presencia de Dios.
¿Buscas ayuda al enfrentar tu futuro? Busca un gigante a quien seguir. Y jamás subestimes la importancia de tu caminar con Dios.