En muchos países se celebra hoy el Día internacional de la resolución de conflictos. Su propósito es alentar a las personas a hacer uso de la mediación y arbitraje más que del sistema legal para resolver sus diferencias. Ya que, como seguidores de Cristo, no somos inmunes a los conflictos, necesitamos aprender a resolver nuestros desacuerdos de maneras que honren al Señor.
Se ha dicho que «las peleas en la iglesia son las peores», tal vez porque estallan entre personas que profesan que su fe se basa en la unidad y el amor. Muchos cristianos han quedado tan heridos por algún otro creyente que se alejan de la iglesia y jamás regresan.
En la Biblia se menciona expresamente a Evodia y Síntique, y se las insta a que resuelvan sus diferencias: «Sean de un mismo sentir en el Señor» (Filipenses 4:2). En vez de dejarlas solas para que arreglasen su disputa, Pablo apeló a un colaborador de confianza para «que ayud[ara] a estas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio» (v.3). En este mismo contexto, Pablo instó a los filipenses a llevar sus peticiones a Dios, tomando debida nota de que la oración trae la paz de Dios (v.7) y un sentido de Su presencia perdurable (v.9).
Las relaciones quebrantadas en una iglesia cristiana son responsabilidad de dicha comunidad. En medio de las heridas y las diferencias, podemos alentar, escuchar y orar.