No digamos adiós
Francis Allen me guió a Cristo, y ahora estaba llegando el momento en que él vería al Señor cara a cara. Yo estaba en su casa y se acercaba la hora del adiós. Mi idea era decir algo memorable y significativo.
Más allá de la pérdida
El escritor William Zinsser describió su última visita a la casa donde se crió; un lugar que amaba enormemente de niño. Cuando él y su esposa llegaron a una colina desde donde podría ver la casa junto a la bahía, descubrieron que había sido demolida y que lo único que quedaba era un agujero inmenso. Descorazonados, caminaron hasta el rompeolas cercano, absorbiendo el panorama y los sonidos a la orilla del mar. Más tarde, escribió: «Me sentí tranquilo y apenas triste. La vista estaba intacta: esa combinación inigualable de tierra y mar que recordaba tan bien y que todavía veo en mis sueños».
Lugares desiertos
Seco. Polvoriento. Peligroso. Un desierto… un lugar donde hay poca agua y la vida es hostil. Por eso, no sorprende que la palabra desértico describa un sitio inhabitado. Pocas personas eligen estar allí, pero, a veces, no pueden evitarlo.
Compartir la carga
Es asombroso lo que se puede arrastrar con una bicicleta. Un adulto promedio, con un remolque especial (y un poco de determinación), puede usar una bicicleta para transportar unos 135 kilogramos a 16 k/h. Pero hay un solo problema: si la carga es más pesada, el movimiento es más lento. Una persona que arrastra 270 kilogramos de equipamiento o de artículos personales solamente puede circular a unos 13 k/h.
Oveja abatida
En su conocido libro El Señor es mi Pastor (Reflexiones de un pastor), W. Phillip Keller ofrece una ilustración asombrosa del cuidado y la bondad de un pastor. En el Salmo 23:3, cuando David afirma: «confortará mi alma», utiliza un lenguaje que todo pastor entendería.
Personas comunes y corrientes
Gedeón era una persona común y corriente. Su historia, registrada en Jueces 6, me resulta inspiradora. Era agricultor, y, además, tímido. Cuando Dios lo llamó para que libertara a Israel de los madianitas, su primera reacción fue: «¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre» (Jueces 6:15). El Señor le prometió estar con él y capacitarlo para llevar a cabo lo que se le había pedido que hiciera (v. 16). La obediencia de Gedeón le devolvió la victoria a su pueblo, y lo colocó en la lista de los héroes de la fe (Hebreos 11:32).
Caminar lento
Caleb estaba gravemente enfermo. Por una afección del sistema nervioso, el niño padecía una parálisis temporal. Sus padres, ansiosos, oraban y esperaban. Lentamente, su hijo empezó a recuperarse. Al tiempo, cuando los médicos le permitieron asistir a la escuela, Caleb solamente podía caminar con paso lento y vacilante.
Vengan a mí
Cuando Jesús vivió en este mundo, invitaba a la gente a ir a Él, y hoy sigue haciendo lo mismo (Juan 6:35). Pero ¿qué tienen Él y su Padre celestial que nosotros necesitemos?
El Cilindro de Ciro
En 1879, unos arqueólogos descubrieron en lo que hoy se conoce como Iraq (la Babilonia de la Biblia) un pequeño objeto notable. El Cilindro de Ciro registra lo que hizo el rey Ciro de Persia hace 2.500 años: permitir que un grupo de personas regresara a su tierra natal y reconstruyera sus «ciudades santas».
Carta desde la batalla
Durante más de dos décadas, Andrew Carroll ha incentivado a la gente a no tirar las cartas escritas durante la guerra por familiares o amigos. Como director del Centro de Cartas de Guerra de los EE.UU. de la Universidad de Chapman, en California, las considera un lazo irreemplazable para unir familias y fomentar el entendimiento. Declaró: «Las generaciones más jóvenes están leyendo estas cartas, formulando preguntas y diciendo: “Ahora entiendo lo que soportaste y sacrificaste”».