Puesto que fuimos hechos para vivir para el Dios que nos hizo, nada está en su sitio hasta que lo encontramos.

La “copa de estrés” de Nancy está llena y rebosando. Atrapada entre las exigencias de ser madre soltera, un hijo rebelde y las responsabilidades de dirigir una oficina, casi no aguanta más. Cuando escuchó que yo estaba escribiendo sobre la paz y el estrés dijo: “Estoy leyendo algo ahora mismo sobre cómo arreglárselas con el estrés. Espero aprender lo que necesito a tiempo”.

La mayoría de los que nos parecemos a una olla de presión, igual que Nancy, consideraríamos un éxito el arreglárnoslas con nuestro estrés. Pero, después de años de arreglármelas, he decidido que eso no basta.

Según un diccionario, arreglárselas es “luchar o contender en términos bastante parejos”. Eso suena a caminar en el agua pero no llegar a la costa. Puesto que mi vida saturada de estrés no me ahogó, supongo que me las estaba arreglando. Pero, cuando lo único que nos queda fuera del agua es la cabeza, nos volvemos vulnerables ante cualquier ola grande que pueda venir.

Cuando yo hice el compromiso de procurar la paz, quería aprender a conquistar el estrés, no solo a arreglármelas con él. El estrés estaba sacando a relucir mi lado oscuro, trastocando nuestra vida familiar y entremezclando las prioridades razonables. Yo tenía hambre de una paz que me soltara de ?las garras de ese estrés.

En la Biblia, encontré una promesa que ha sido probada por dos milenios de creyentes. El apóstol Pablo tenía las credenciales para escribir las palabras; la turbulencia y las revueltas habían sido para él un estilo de vida. Justo antes de la promesa, enumeró todos los disturbios grandes de la experiencia humana: tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro y espada (Romanos 8:35-36).

Si podemos ser “más que vencedores” en las tensiones de la vida, ¿por qué deberíamos conformarnos con arreglárnoslas?

Luego, pensando en ese catálogo de las tormentas de la vida proclamó: Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Romanos 8:37).

Si podemos ser “más que vencedores” en las tensiones de la vida, ¿por qué deberíamos conformarnos con arreglárnoslas?

La diferencia entre arreglárselas y vencer parecen ser esas cuatro palabras: “por medio de aquel”. Sin ellas, esta no es más que otra forma inspiradora de decir: “Piensa positivamente”. La verdadera paz personal no es resultado de un pensamiento positivo.

 

A la larga, la paz es una persona

Los antiguos profetas judíos lo llamaron “Príncipe de Paz”. Cuando Jesús vino, los ángeles de la Navidad prometieron que sería un Salvador cuya salvación traería paz. Cuando se fue prometió:

La paz os dejo, mi paz os doy (Juan 14:27).

Su siervo Pablo lo resumió cuando nos recordó:

Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca (Efesios 2:17).?

Luego, en seis sencillas palabras, dio la receta para la paz:

Porque él es nuestra paz… (Efesios 2:14).

Yo era uno de esos que Pablo describió como “los que estaban cerca”. Hace años, reconocí que la guerra que había en mi corazón era en realidad una batalla con Dios. Me di cuenta de que no podía tener la paz de Cristo hasta que Él fuera mi Príncipe. Abriendo las manos que tan apretadamente se habían aferrado al volante de mi vida, permití a Jesús conducirme.

Puesto que fuimos hechos para vivir para el Dios que nos hizo, nada está en su sitio hasta que lo encontramos. Y solo podemos encontrarlo en la cruz, donde su Hijo pagó la cuenta por nuestra guerra contra Dios. Ya sea que hayamos rechazado a Dios, o simplemente lo hayamos descuidado, el resultado es el mismo: una vida que Él hizo y por la que pagó, vivida sin Él. Si lo invitamos, Él entra en nuestras vidas… trayéndonos su paz.

Desde que hice mi visita personal a la cruz de Jesús, he conocido a la Persona que es la paz. En medio de las épocas de tensión más turbulentas, no me he hundido, como dijo Pablo, “por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). La presión que ejerce por dentro siempre ha sido mayor que la presión externa.

Pero, durante mucho tiempo, he sido mucho menos que “más que un vencedor”. Mi complicado estilo de vida dejó que muchas otras manos agarraran ese volante.

No choqué, pero estaba haciendo giros bruscos. Entonces, se abrió la puerta de la prisión, y mi Rescatador dijo: “Busca la paz y síguela”.

Desde entonces la he buscado. La paz que he anhelado ha estado ahí desde que Cristo vino. Sin embargo, yo era como alguien que tiene una cuenta bancaria inagotable pero que no estaba usando muchos cheques. La pobreza, la presión de mi vida, estaba esperando que viniera la paz en vez de ir a buscarla.

La paz interior es la condición natural del corazón donde vive Cristo. Lo único que tengo que hacer es dejar de obstruir y sabotear las líneas de suministro.

En cierto sentido, mi búsqueda de paz termina donde empezó. Hace años, acudí a Cristo en busca de paz. Años después, estoy aprendiendo a disfrutarla descubriéndole a Él más profundamente que nunca. La búsqueda de la paz es, a la larga, la búsqueda de una Persona.

Los huracanes del estrés me han llevado al Príncipe de Paz. Y de la misma forma en que a Pablo un viento huracanado lo llevó al destino de Dios, Él puede estar usando las tormentas de tu vida para llevarte a Él.

Si la carga que llevas te parece demasiado pesada, es porque nunca debiste llevarla solo. Tal vez arreglártelas con tu estrés sea para ti una experiencia precaria, pero conquistarlo esté totalmente fuera de tu alcance. El estrés está erosionando hasta tu capacidad de arreglártelas.

Ese momento extremo es Su oportunidad. Por extraño que parezca, puede que estés más cerca de la paz que nunca, y el estrés de tu vida te ha llevado allí. Nos cansamos de pelear, y Jesús nos susurra quedamente:

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28).

Como somos fuertes y orgullosos, no sentimos la necesidad, a pesar de que es tan urgente como en ese entonces. Pero después de ser golpeados y heridos por años de batalla, sabemos que necesitamos ayuda: el descanso. Es entonces cuando nuestra mano busca la Suya. La paz es una Persona: y la paz arraigada en Él puede pasar cualquier prueba triunfalmente.

Corrie ten Boom testificó de eso desde el peor infierno que el hombre haya podido crear: los campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial. Ella y su querida hermana Betsie pagaron el precio de esconder judíos en el ático de su hogar en Holanda. Por medio de la tortura, la humillación y el dolor, acudieron a Cristo, el cual moraba en ellas… y probaron Su paz. Su testimonio estuvo apoyado por las credenciales?de un sufrimiento que pocos de nosotros hemos conocido jamás.

Betsie murió en aquel campo de concentración; a Corrie la liberaron gracias a un error tipográfico. En sus horas de agonía, Betsie comunicó un mensaje que Corrie llevaría por todo el mundo durante casi 40 años. Betsie dijo: “Diles que no hay pozo que sea demasiado profundo, porque el amor de Dios? es más profundo aún”.

Corrie y su hermana sabían lo que es ser “más que vencedor por medio de Aquel que nos amó”. La paz que Cristo da es así de firme.

Si mi estrés me hace anhelar Su paz, entonces me ha llevado a casa. La tormenta nos ha transportado al puerto que hemos buscado toda la vida.

 

Extrato do libreto – «El valor el estres»  de la serie Tiempo de Buscar de Ministerios Nuestro Pan Diario.