Trágicamente, la mayoría de los hombres no admite que tiene un problema hasta que ya ha sido atrapado por ello. Pero no tiene por qué ser así: hay salida del pantano de la autodestrucción sexual.
1. Tensos por las exigencias de la vida
El hombre detrás del escritorio estaba inquieto. No veía la hora de que el día llegara a su fin. Aunque era bueno en su empleo, ya no se dedicaba con entusiasmo. Antes, pensaba que su trabajo presentaba desafíos y le brindaba satisfacciones. Ahora, simplemente le aburría. Vivía con una sensación constante de que seguramente había algo más en la vida que la rutina de ir a trabajar y llegar a fin de mes.
Faltaba algo importante en su vida… pero no sabía qué. Ya ni se acordaba cuándo había empezado a vivir por inercia: en su vida familiar, su fe e incluso sus actividades de ocio.
Cuando se dejó caer frente a su ordenador en casa, el deseo de huir y el anhelo de aventuras llevaron su atención en una dirección conocida. Imágenes prohibidas habían estado dándole vueltas en la mente todo el día, y ahora eran lo único en lo que podía pensar. Una vez que se conectó a Internet, entró en direcciones conocidas que, finalmente, lo llevarían a sitios en la red donde ya había estado muchas veces.
Cuando las imágenes comenzaron a cargarse en la pantalla, supo que no había marcha atrás. Sintió una ráfaga de entusiasmo mientras navegaba de página en página. Esa adrenalina era placentera. Mirar imágenes sexualmente explícitas hacía que su aburrido corazón se volviera a sentir vivo. El alivio venía con facilidad mientras estaba absorto en su propia fantasía.
Durante unos breves momentos, disfrutó de la euforia pasajera. Pero luego, la vergüenza irrumpió como una tormenta violenta. Se sintió sucio y débil. Con un profundo suspiro, se cubrió el rostro con las manos. No podía creer que lo había vuelto a hacer.
En cierto grado, sabía que su problema estaba fuera de control. Quería buscar ayuda, pero se sentía demasiado avergonzado. ¿Qué pensarían los demás de él? ¿Cómo podría decir la verdad alguna vez? Temía perder todo aquello que significaba algo para él y, sin embargo, no sabía cuánto tiempo más podría seguir llevando una doble vida.
Asqueado consigo mismo, prometió que lo dejaría. Así era como generalmente trataba de resolver su confusión interior. Le rogaba a Dios que le perdonara y prometía que esta vez hablaba en serio. Casi se creyó la ya gastada frase, pero, muy en el fondo, sabía que no sería para siempre. Si no había un cambio, solo era cuestión de tiempo antes de que volviera a caer en la tentación.
Tristemente, la historia de este hombre es algo muy normal. Muchos cargan un oscuro secreto que los deshonra y envenena sus relaciones interpersonales.
Parece que el público se está haciendo cada vez más consciente del problema. Pero a la comunidad cristiana le falta mucho camino por recorrer para reconocer el alcance de este cáncer dentro de su propio terreno. La verdad es que una multitud de hombres cristianos, tanto jóvenes como adultos, y de todas las profesiones y condiciones sociales, miran con frecuencia imágenes sexualmente explícitas.
No todos los hombres que han visto pornografía son adictos a ella, pero muchos sí. Y cualquiera que eche una mirada ocasional o se tope con ella accidentalmente está en peligro de caer en el vicio.
Trágicamente, la mayoría de los hombres no admite que tiene un problema hasta que ya ha sido atrapado por ello. Algunos, en su necedad, creen que tienen el control de su hábito. Otros se sienten impotentes y descontrolados, y viven en un confinamiento solitario por elección propia. Pero esto no tiene por qué ser así. Hay una salida del pantano de la autodestrucción sexual.
Si luchas con la tentación de ver material pornográfico o conoces a alguien atrapado en este problema, nuestra intención es comunicar que no estás solo. Juntos, tomaremos una mayor conciencia del problema de la pornografía y de los múltiples aspectos de la lucha de un hombre contra la tentación de ver imágenes sexualmente explícitas. Y, gracias a la resurrección de Aquel que sacrificó su vida por nosotros, también descubriremos que hay una manera de que un hombre sea restaurado a la gloria y vida originales para las que Dios lo creó desde el principio (Romanos 6:4).
Extrato do libreto – «El valor el estres» de la serie Tiempo de Buscar de Ministerios Nuestro Pan Diario.