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Habitación 5020

Jay Bufton convirtió su habitación del hospital en un faro.

Sostenido por Dios

Cuando estábamos terminando de almorzar juntas, mi hermana le dijo a Annica, mi sobrina de tres años de edad, que era hora de tomar una siesta. Con ojos alarmados y llenos de lágrimas, la pequeña objetó: «¡Pero tía Mónica todavía no me sostuvo a upa hoy!». Mi hermana sonrió: «Está bien. Puede hacerlo. ¿Cuánto tiempo necesitas?». «Cinco minutos», contestó.

Un nombre nuevo

En el artículo titulado El liderazgo y los nombres, Mark Labberton escribió sobre el poder de un nombre. Dijo: «Todavía siento el impacto que me produjo un amigo experto en música cuando me llamó “músico”. Nunca nadie me había llamado así. Yo no tocaba ningún instrumento ni tampoco era solista. Sin embargo, […] al instante, me sentí conocido y amado […]. Notó, confirmó y valoró algo profundamente cierto acerca de mí».

El buen Pastor

Esperaba ansiosa mientras estaba sentada en la habitación del hospital con mi esposo. Estaban operando a nuestro hijo pequeño de la vista, y sentía un hormigueo en el estómago por la preocupación. Traté de orar y pedirle a Dios que me diera su paz. Mientras hojeaba mi Biblia, pensé en Isaías 40, así que busqué el conocido pasaje, preguntándome si descubriría algo nuevo.

Sol con dos alas

Durante cinco años, un sello de arcilla estuvo en un armario en el Instituto de Arqueología de Jerusalén, después de que lo descubrieran al pie del muro de la ciudad antigua. El significado de la inscripción en este objeto de casi 3.000 años de antigüedad recién se develó tras el minucioso escrutinio de un investigador, con un resultado sorprendente. En hebreo antiguo, decía: «Perteneciente a Ezequías, [hijo de] Acaz, rey de Judá».

Llamada de despertador

Durante los años en que viajaba con frecuencia y me quedaba en una ciudad diferente cada noche, siempre programaba una llamada de despertador cuando me registraba en los hoteles. Además de mi propia alarma, necesitaba que un teléfono tintineante me ayudara a salir de la cama y empezar la mañana.

Desde lombrices hasta batallas

Cleo tenía diez años cuando fue a pescar por primera vez. Mientras miraba el recipiente con la carnada, parecía vacilar. Finalmente, le dijo a mi esposo: «¡Ayúdame, L-L-M-D-M!». Cuando mi esposo le preguntó qué pasaba, Cleo respondió: «¡L-L-M-D-M! ¡Las lombrices me dan miedo!».

Suficiente

Cuando a mi esposo y a mí nos pidieron recibir y liderar un grupo pequeño de la iglesia en nuestra casa, lo primero que dije fue que no. Me sentía incapaz. No teníamos asientos para todos y nuestra casa era pequeña. Tampoco sabía si estábamos capacitados para dirigir las charlas. Temía que me pidieran que preparara comida; algo que no me gustaba y para lo que no disponíamos de fondos. Creía que no teníamos «suficiente» para hacerlo, y me parecía que yo no era lo «suficiente» como para realizarlo. Pero queríamos servir a Dios y a nuestra comunidad, así que, a pesar de nuestros temores, accedimos. Durante los cinco años siguientes, recibimos gozosos al grupo en nuestra sala de estar.

Si hubiese sabido…

Mientras conducía al trabajo, escuché una hermosa canción que preguntaba: Si pudieras volver atrás, sabiendo lo que ahora sabes, ¿qué le dirías a tu yo más joven? Al escucharla, pensé en los bocadillos de sabiduría y advertencia que podría darle a la versión más joven y menos sabia de mí. En algún momento de nuestra vida, la mayoría nos hemos preguntado cómo podríamos haber actuado de otro modo… si tan solo pudiéramos hacer todo de nuevo.