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Dulce compañía

La abuela no hablaba con nadie ni pedía nada en la residencia de ancianos. Parecía que apenas si existía, mientras se mecía en su vieja silla chirriante. Como no tenía muchos visitantes, una joven enfermera solía ir hasta su habitación cuando tenía un momento libre. No le hacía preguntas para intentar que hablara; simplemente, acercaba otra silla y se mecía con ella. Después de varios meses, la anciana le dijo: «Gracias por mecerte conmigo». Estaba agradecida por la compañía.

De lo profundo de las aguas

Examiné el agua con atención en busca de señales de alarma. Durante mis turnos como guardavidas, observaba junto a la piscina para garantizar la seguridad de los que nadaban. Abandonar mi puesto o no prestar atención podía tener consecuencias graves para los que estaban en el agua. Si un nadador se encontraba en peligro de ahogarse debido a una herida o impericia, mi responsabilidad era sacarlo del agua y ponerlo a salvo al borde de la piscina.

Lo que traemos del viaje

John F. Burns pasó 40 años cubriendo acontecimientos mundiales para el New York Times. En un artículo que escribió después de jubilarse, recordó las palabras de un amigo periodista que estaba muriendo de cáncer: «Nunca olvides que no se trata de cuán lejos viajaste, sino de lo que trajiste a tu regreso».

Una comunidad que edifica

Según Henri Nouwen, «comunidad» es el lugar donde vive la persona con la que menos quisieras vivir. A menudo, nos rodeamos de aquellos con quienes más queremos vivir, y formamos un grupo cerrado, no una comunidad. Cualquiera puede formar un club; pero hace falta buena voluntad, una visión compartida y mucho esfuerzo para formar una comunidad.

Sin reconocimiento

En las décadas de 1950 y 1960, Audrey Hepburn, Natalie Wood y Deborah Kerr deleitaban a los espectadores con sus interpretaciones en musicales de Hollywood. Gran parte del atractivo era el canto impresionante que realzaba sus actuaciones. Pero, en realidad, Marni Nixon era quien doblaba las voces de estas actrices y, durante mucho tiempo, no tuvo ningún reconocimiento por su contribución vital.

«Tengo mucho miedo»

«Tengo mucho miedo». Esta fue la nota conmovedora que una adolescente publicó en Facebook después de comunicarles a sus amigos que se realizaría unos exámenes médicos. La hospitalizarían y le harían una serie de estudios en una ciudad a tres horas de distancia de su casa, y, ansiosa, esperaba que los doctores descubrieran la causa de algunos problemas serios que tenía.

Vestidos del Señor

En su libro Wearing God [Vestidos de Dios], Lauren Winner dice que nuestra ropa puede comunicar quiénes somos. Lo que nos ponemos puede indicar una carrera, una comunidad o identidad, estados de ánimo o condición social. Piensa en una camiseta con un eslogan, un traje formal, un uniforme o pantalones vaqueros engrasados, y lo que esa ropa revela. Winner escribe: «Es interesante que, con una prenda, los cristianos puedan hablar de Jesús a otros sin pronunciar palabra».

Un tiempo para todo

Hace poco, mientras viajaba en avión, observé a una madre y sus hijos. Uno de los pequeños jugaba tranquilo, y ella miraba a los ojos a su recién nacido, le sonreía y le acariciaba la mejilla. Él la contemplaba extasiado. Disfruté del momento con cierta melancolía, al pensar en mis propios hijos a esa edad y en la etapa que ya había pasado.

El más poderoso

Las Cataratas del Iguazú, en la frontera entre Brasil y Argentina, son un sistema espectacular de 275 cascadas que cubren 2,7 kilómetros (1,67 millas) del río Iguazú. Grabadas sobre un muro en el lado brasileño, se encuentran las palabras del Salmo 93:4: «El Señor en las alturas es más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más que las recias ondas del mar». Debajo, dice: «Dios siempre es más grande que todos nuestros problemas».

Más allá de los rótulos

Una iglesia de mi ciudad tiene una singular tarjeta de bienvenida que refleja el amor y la gracia de Dios. Dice: «Si eres un… santo, un pecador, un perdedor, un ganador, un alcohólico, un hipócrita, un tramposo, un miedoso, un inadaptado… te damos la bienvenida». Uno de los pastores me dijo: «Todos los domingos, leemos en voz alta la tarjeta durante las reuniones».