Surfear las olas
Mientras mi esposo caminaba por la playa tomando fotos, me quedé sentada sobre una roca, preocupada por otra complicación médica. Aunque mis problemas me estarían esperando cuando regresara a casa, necesitaba paz en ese momento. Me quedé mirando las olas que rompían contra las rocas y me llamó la atención una sombra oscura en la curva de una ola. Con el zoom de mi cámara, identifiqué la forma de una tortuga marina que surfeaba las olas en paz. Tenía las aletas desplegadas y quietas. Con el rostro hacia la brisa salada, sonreí.
El chal púrpura
Mientras cuidaba a mi madre en un centro de tratamiento contra el cáncer a cientos de kilómetros de mi casa, pedí a la gente que orara por nosotras. Con el paso de los meses, el aislamiento y la soledad me dejaron sin fuerzas. ¿Cómo podía cuidar a mi mamá si caía en un agotamiento físico, mental y emocional?
Seguro y tranquilo
Mi hijo Xavier era un pequeño lleno de energía que no se quedaba quieto. Por la tarde, eso solía terminar en una indeseada pero muy necesaria siesta. Entonces, se contoneaba en su silla, se bajaba del sofá, gateaba por el piso de madera e incluso rodaba por todo el cuarto para evitar la quietud. «Mamá, tengo hambre… tengo sed… tengo que ir al baño… quiero un abrazo». Como yo sabía que le haría bien descansar, lo abrazaba; y reclinado junto a mí, se dormía.
Enciende la luz
Cuando mi esposo y yo nos preparábamos para mudarnos al otro extremo del país, queríamos asegurarnos de permanecer en contacto con nuestros hijos ya adultos. Encontré un regalo especial: lámparas que se conectan de forma inalámbrica por internet, que se pueden encender desde lejos. Cuando se las di a mis hijos, les expliqué que se encenderían cuando yo tocara la mía, para recordarles con esa luz que los amaba y oraba por ellos. Por más lejos que estuviera, la luz se encendería también. Aunque sabía que nada podía reemplazar nuestro tiempo juntos, nos alentaríamos al saber del amor y las oraciones cada vez que se encendieran.
El vivo retrato
Durante una salida, nos encontramos con una mujer que conocía a la familia de mi esposo desde que él era niño. Miró primero a Alan y después a nuestro hijo Xavier, y dijo: «Es el vivo retrato de su papá. Esos ojos, esa sonrisa. Sip. Igual a él». Mientras disfrutaba de reconocer semejante parecido entre padre e hijo, incluso observó similitudes en sus personalidades. De todos modos, aunque son parecidos, mi hijo no refleja exactamente a su padre.
Fe inquebrantable
Cuando los médicos diagnosticaron que su primer hijo era autista, Diane y su esposo lamentaron tener que enfrentar toda una vida cuidando a un niño intelectualmente minusválido. En su libro Unbroken Faith [Fe inquebrantable], ella admite haber tenido que luchar con reajustar sus sueños y expectativas por el futuro de su querido hijo, pero que así aprendió que Dios puede manejar su enojo, dudas y temores. Ahora, con su hijo ya adulto, Diane usa sus experiencias para alentar a padres con hijos con necesidades especiales, hablándoles de las promesas inquebrantables de Dios, su poder ilimitado y su amor fiel, y asegurándoles que Él comprende que uno se entristezca ante tales desafíos en la vida.
La adoración como estilo de vida
Mientras esperaba en la fila para el desayuno en una conferencia cristiana, un grupo de mujeres entró al salón. Sonreí y saludé a la que se paró detrás de mí. Luego de saludarme, dijo: «Yo te conozco». Mientras nos servíamos, tratamos de recordar dónde nos habíamos visto. Yo estaba bastante segura de que me había confundido con otra persona.
Nada de ostentación, solo alabanza
Mientras miraba los adornos caseros que mi hijo Xavier elaboró durante años y las desparejas bolas para el árbol de Navidad que la abuela le había enviado, no podía entender por qué no estaba contenta con el decorado. Siempre había valorado la creatividad y los recuerdos que representaba cada adorno. Entonces, ¿por qué los exhibidores en las tiendas me tentaban a desear un árbol decorado con bolas perfectamente iguales, luces brillantes y cintas satinadas?
En el mismo equipo
Cuando Carson Wentz, un famoso mariscal de campo, volvió después de una grave lesión, Nick Foles, quien lo suplantaba, regresó sin quejarse al banco. Aunque competían por el mismo puesto, decidieron respaldarse y cumplir sus funciones. Un reportero señaló que ambos tienen «una relación única arraigada en su fe en Cristo», demostrada en sus constantes oraciones el uno por el otro. Mientras los demás observaban, ellos honraban a Dios, recordando que estaban en el mismo equipo; no en el deporte, sino como creyentes en Cristo y representantes de Él.
Dar lo mejor que tenemos
Cuando entramos al refugio para personas sin techo, nos quedamos mirando las pilas de zapatos donados. El director había invitado a nuestro grupo de jóvenes a clasificar las montañas de calzado usado. Pasamos la mañana uniendo los pares y alineándolos en filas en el suelo. Terminamos tirando más de la mitad de los zapatos porque estaban demasiado dañados como para que alguien los usara. Aunque el refugio no podía evitar que las personas donaran cosas en mal estado, se negaba a distribuir zapatos rotos.