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Articles by Randy Kilgore

Transmítelo

Con los años, he visto que aquellos que sufren están prontos para consolar a otros en la misma condición. Cuando una pareja joven pierde un hijo, otra que ha experimentado lo mismo pregunta si puede ayudar. Si pierde su principal fuente de ingresos, casi de inmediato otra pareja se ofrece para auxiliarlos, ya que recuerdan lo que atravesaron años antes. Una y otra vez, vemos que los miembros del cuerpo de Cristo se sostienen y animan mutuamente. Estos creyentes han aprendido que pueden utilizar sus propias pruebas para alcanzar a otros que atraviesan dificultades similares.

Leer hacia atrás

Confieso que, a veces, leo el final de un libro antes que el principio. Esto me permite saber qué personajes viven y cuáles no. Cuando sé cómo va a terminar, puedo relajarme, y apreciar y disfrutar plenamente de la historia y sus participantes.

Bienvenidos, postreros

Una tarde, cuando visitaba un hogar de ancianos, un residente llamado Tomás salió silenciosamente de su cuarto, esperando encontrarme para charlar. Después de un rato, preguntó: «¿No será un insulto para Dios si me convierto en creyente en Cristo a esta altura de mi vida?». Su pregunta no me sorprendió. Como capellán, suelo oírla expresada de diversas formas por ancianos, por quienes luchan contra las adicciones y por ex prisioneros. Ellos piensan que tienen una razón legítima para creer que es demasiado tarde para conocer a Dios y para que Él los utilice.

Corazones guardianes

Durante años, enseñé en un grupo de estudio bíblico para adultos en una iglesia local, y analizaba detenidamente las Escrituras antes de responder preguntas en las clases. Más tarde, con 40 años y durante una disertación en mi primer semestre en el seminario, descubrí que había respondido terriblemente mal la pregunta apesadumbrada de una mujer que había asistido a mis clases. Estaba seguro de que mi respuesta la había angustiado desde aquel momento, hacía dos años, y estaba ansioso por retractarme.

Con ansias de animar

La primera vez que jugaba en la liga de béisbol juvenil, un muchachito del equipo al que yo entrenaba recibió un golpe en la cara con la pelota. No se lastimó, pero quedó comprensiblemente afectado. Durante el resto de la temporada, le tuvo miedo al balón. Partido tras partido, intentaba jugar con valentía, pero parecía no poder pegarle a la bola.

Calor de hogar

Una vez, mientras trabajaba como agente de recursos humanos en una empresa de construcción, aceptamos unos trabajos a dos horas de distancia, lo cual implicaba que los obreros tuvieran que viajar cuatro horas todos los días y, además, cumplir una jornada laboral completa. Para facilitar las cosas, hicimos reservas en un hotel durante la semana y contratamos vehículos y choferes para transportar a los que querían ir y volver diariamente. ¡Casi todos prefirieron el transporte diario!

¿Es mala la ambición?

¿Es mala la ambición? ¿Está mal tener empuje y esforzarse para ser el mejor? Puede ser. La diferencia entre la ambición correcta y la incorrecta es la motivación y el objetivo: si es para la gloria de Dios o para gloria personal.

Los ojos de Cristo

Estábamos esperando para comprar unos helados cuando lo vi. Su rostro mostraba las marcas de demasiadas peleas: una nariz rota y algunas cicatrices. Tenía la ropa arrugada, pero limpia. Me paré entre él y mis hijos, y usé mi espalda para levantar una pared.

Recalculando, recalculando

«No se preocupen. Sé exactamente adónde voy», anuncié a mis pasajeros. Entonces una voz casi humana me puso en evidencia: «Recalculando… recalculando». ¡Ahora todos sabían que estaba perdido!

¿Me amará más?

Durante una recesión difícil, organicé un grupo para ayudar a otros creyentes que se habían quedado sin trabajo. Les proporcionábamos reseñas de currículos, redes de contactos y respaldo en oración. Pero surgió un problema: cuando alguien conseguía trabajo, casi nunca volvía al grupo para brindar estímulo. Eso aumentaba el sentimiento de soledad y aislamiento del resto.