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Articles by Randy Kilgore

Los momentos más oscuros

Carlos Whittlesey fue héroe de héroes. Líder del denominado «Batallón perdido», durante la Primera Guerra Mundial, lo premiaron con la medalla de honor por su valentía cuando su unidad quedó atrapada detrás de las líneas enemigas. Cuando se inauguró en su país la tumba al soldado desconocido, lo eligieron para que fuera el portador del féretro del primer soldado colocado en ese sitio. Dos semanas después, se presume que terminó con su vida lanzándose de un crucero en el medio del océano.

Parábola de la picadura

Todavía recuerdo el rostro sorprendido de mi amigo cuando entré corriendo por la puerta delantera de su casa hace casi 50 años, rodeado de una «banda» de abejas. Cuando salí por la puerta de atrás, me di cuenta de que las abejas ya no estaban. Bueno, en cierto modo… ¡ya que las había dejado dentro  de la casa! Poco después, él también salió corriendo, perseguido por las abejas que yo le había llevado.

¿Fábulas o aventuras?

A mi abuelo le encantaba contar historias, y a mí, escucharlas. Tenía de dos clases: las «fábulas», con un dejo de verdad, pero que cambiaban cada vez que las contaba; y las «aventuras», las cuales habían sucedido realmente y donde los hechos nunca se modificaban al volver a relatarlas. Un día, me contó una historia que parecía demasiado disparatada para ser cierta. Yo dije: «Es una fábula», pero él insistía en que no. Aunque lo que narraba nunca cambiaba, yo simplemente no podía creerlo, ya que era muy extraño.

Papá conoció a Jesús

Mi abuelo, mi padre y mis hermanos eran hombres duros a los que, comprensiblemente, no les gustaba que los demás les «impusieran su fe». Cuando a mi padre, Howard, le diagnosticaron un cáncer rápido y letal, yo estaba tan preocupado que aprovechaba cada oportunidad para hablarle del amor de Jesús. Inevitablemente, él terminaba la charla con un cortés, pero firme: «Sé todo lo que necesito saber».

La caída

Durante años, después de la Gran Depresión, el mercado de valores luchó para volver a ganarse la confianza de los inversionistas. Entonces, en 1952, Harry Markowitz sugirió que los inversionistas dividieran sus acciones entre distintas empresas e industrias. Desarrolló una teoría para la selección de cartera, que ayudó a los inversionistas durante tiempos de incertidumbre. En 1990, Markowitz y otros dos hombres ganaron el Premio Nobel de Economía por su teoría.

Promesas cumplidas

En el antiguo Cercano Oriente, un tratado entre un superior (señor o rey) y un subordinado (súbdito) se llamaba tratado de soberanía. Para la ceremonia de ratificación, había que sacrificar animales y cortarlos a la mitad. Las partes se acomodaban en dos filas sobre el suelo, formando un pasillo entre las dos personas. Cuando el soberano caminaba entre las mitades, declaraba públicamente que cumpliría el pacto y que, en caso de no hacerlo, le sucedería lo mismo que a los animales muertos.

Aprender a amar

Cuando Hans Egede fue a Groenlandia como misionero en 1721, no sabía el idioma inuit. Tenía un temperamento a menudo autoritario, y se esforzaba por ser amable con la gente.

Amado para amar

La vida de Dietrich Bonhoeffer corría peligro cada día que permanecía en la Alemania de Hitler, pero, de todos modos, se quedó. Supongo que, al igual que el apóstol Pablo, anhelaba estar en el cielo, pero sabía que seguir donde estaba era el propósito de Dios en ese momento (Filipenses 1:21). Por eso, no se fue, y como pastor, lideró reuniones subterráneas y se opuso al régimen perverso de Hitler.

La pluma silenciosa

Harry Truman, un expresidente de los Estados Unidos, tenía una regla: toda carta escrita con enojo debía permanecer en su escritorio durante 24 horas, antes de ser despachada. Si al final de ese período de «enfriamiento» sus sentimientos no habían cambiado, la mandaría. Al final de su vida, las cartas que no había enviado llenaban un cajón grande de su escritorio.

Temores escondidos

Después de haber estado casados doce años, mi esposa y yo estábamos desanimados por el vaivén emocional producido por esperanzas que crecían y se frustraban al intentar tener hijos. Un amigo trató de «explicar» lo que Dios pensaba: «Tal vez el Señor piensa que serías un mal padre». Él sabía que mi madre había luchado con un temperamento terrible.