El poder de las palabras
Nelson Mandela, el famoso líder sudafricano, conocía el poder de las palabras. En la actualidad, sus frases suelen citarse, pero, cuando estaba preso, no podían repetirse por temor a las repercusiones. Diez años después de ser liberado, declaró: «Nunca acostumbro a usar palabras con ligereza. Si 27 años de encarcelamiento me han favorecido en algo, fue aprovechar el silencio de la soledad para entender cuán preciosas son las palabras y el impacto que produce nuestro vocabulario en la manera de vivir y de morir de las personas».
Elogio al Dios vivo
En 2005, cuando murió Rosa Parks, heroína de los derechos civiles en Estados Unidos, Oprah Winfrey consideró un privilegio elogiar con estas palabras a la mujer que, en 1955, rehusó cederle su asiento en un autobús a un hombre blanco: «Muchas veces pensé en lo que habrá implicado quedarse sentada, dado el clima que imperaba en aquella época y lo que podría haberle sucedido. Actuó sin pensar en sí misma y nos facilitó la vida a todos».
Oveja abatida
En su conocido libro El Señor es mi Pastor (Reflexiones de un pastor), W. Phillip Keller ofrece una ilustración asombrosa del cuidado y la bondad de un pastor. En el Salmo 23:3, cuando David afirma: «confortará mi alma», utiliza un lenguaje que todo pastor entendería.
Nuestra ancla
Cuando Estella Pyfrom se retiró de la docencia, compró un autobús, lo equipó con computadoras y escritorios, y ahora conduce el «Autobús brillante» por el condado de Palm Beach, en Florida, Estados Unidos, brindándoles un lugar para hacer sus tareas y aprender tecnología a niños en situación de riesgo. De este modo, está ofreciendo seguridad y esperanza a quienes podrían verse tentados a dejar de lado su sueño de un mañana mejor.
Calmar la tormenta
Mientras el huracán Katrina se acercaba a la costa del Golfo de México, un pastor jubilado y su esposa dejaron su casa. Su hija les rogó que fueran con ella, lejos de allí, pero la pareja no tenía dinero para viajar porque los bancos estaban cerrados. Después de la tormenta, volvieron a buscar algunas pertenencias, y solo pudieron salvar unas fotos de la familia que flotaban en el agua. Cuando el hombre sacó la foto del marco para que se secara, cayeron varios billetes de dinero… el importe exacto para comprar dos pasajes hasta la casa de su hija. Allí aprendieron que podían confiar en que Jesús supliría sus necesidades.
Dios escucha
El día antes de la entrevista a Billy Graham en 1982 en un famoso programa televisivo en Estados Unidos, su director de relaciones públicas, Larry Ross, pidió una habitación privada para que Graham orara allí antes de la entrevista. Sin embargo, cuando el Sr. Graham llegó al estudio, su asistente le informó a Ross que el pastor no necesitaba la habitación. Le dijo: «El Sr. Graham comenzó a orar cuando se levantó esta mañana, oró mientras desayunaba, oró mientras veníamos en el auto, y es probable que siga orando mientras dure la entrevista». Más tarde, Ross declaró: «Esa fue una lección importante para mí como joven».
Lo que no se compra
«Hay algunas cosas que el dinero no puede comprar; pero, en estos tiempos, son pocas», afirma Michael Sandel, autor de Lo que el dinero no puede comprar. Una persona puede comprar un calabozo mejor por 90 dólares la noche cuando está presa; el derecho a cazar un rinoceronte negro en peligro de extinción, por 250.000 dólares; o el número de teléfono móvil de su médico, por 1.500 dólares. Parece ser que «casi todo está a la venta».
Perder el rumbo
Una encuesta realizada a través de Internet por un estudio de abogados de Nueva York revela que el 52% de los negociadores, corredores de bolsa, banqueros inversionistas y otros profesionales de servicios financieros está involucrado en actividades ilegales o cree que tal vez necesitaría hacerlo para tener éxito. Concluye diciendo que estos líderes financieros «han perdido su brújula moral» y «aceptan las maniobras corporativas como un mal necesario».
Adiós
Cuando Max Lucado participó en un triatlón de media distancia, experimentó el poder negativo de la queja. Contó: «Después de nadar casi 2,5 kilómetros y de andar en bicicleta otros 90, no me quedaba mucha energía para correr los casi 21 kilómetros que faltaban. Lo mismo le sucedía al que corría a mi lado, que se quejaba: “Estoy harto. Esta carrera es la decisión más estúpida que tomé”. Entonces, dije: “Adiós”». Max sabía que, si lo escuchaba mucho tiempo, empezaría a estar de acuerdo con él. Por eso, dijo adiós y siguió corriendo.
Palabras oportunas
Tal vez oíste el dicho: «El tiempo lo es todo». Según la Biblia, los momentos oportunos se aplican también a nuestras palabras y vocabulario. Piensa en alguna ocasión cuando Dios te utilizó para alentar a alguien con una palabra acertada, o cuando, al querer decir algo, fue más sabio quedarte en silencio.