Quietud reverente
Mi vida suele ser frenética y ajetreada. Mientras corro de una cita a otra, devuelvo llamadas telefónicas y reviso ítems de mi aparentemente interminable lista de tareas. Un domingo, exhausta, me desplomé en la hamaca de nuestro patio trasero. Mi teléfono estaba adentro, al igual que mis hijos y mi esposo. Al principio, pensé en sentarme solo un momento, pero en medio de la quietud y sin distracciones, empecé a notar cosas que me invitaban a quedarme. Podía escuchar el crujido de la hamaca que se mecía, el zumbido de una abeja en una lavándula y el aleteo de los pájaros. El cielo estaba azul brillante y las nubes se movían con el viento.
Restaurado
En 2003, una plaga de grillos mormones causó una pérdida de más de 25 millones de dólares en cosechas en Estados Unidos. Eran tantos que cada vez que la gente daba un paso, pisaba uno. Estos insectos, llamados así por atacar los cultivos de los pioneros de Utah en 1848, pueden comer más de 17 kilos de plantas durante toda su vida, a pesar de medir solo entre cinco y siete centímetros. El impacto de las plagas en la economía de los granjeros y de todo un país puede ser devastador.
Ojos bien cerrados
Mi sobrino sabía que no tendría que haberlo hecho. Me daba cuenta porque ¡se le notaba en toda la cara! Cuando me senté para hablar con él de su error, cerró los ojos con todas sus fuerzas. Sentado allí, pensó —con su lógica de tres años de edad— que si no podía verme, yo no podía verlo tampoco. Y si él era invisible para mí, podía evitar la conversación (y las consecuencias) que sentía venir.
En abundancia o aflicción
El libro de Ann Voskamp, Un millar de obsequios, alienta a los lectores a evaluar su vida todos los días para ver lo que el Señor ha hecho por ellos. Resalta la generosidad de Dios en su caso, tanto en obsequios grandes como pequeños: desde la iridiscente belleza de una burbuja en la pileta de lavar hasta la incomparable salvación de pecadores como ella (¡y todos nosotros!). Ann sostiene que la gratitud es la clave para ver a Dios aun en los momentos más difíciles de la vida.
Una mano que levanta
Mis hijos tuvieron la oportunidad de disfrutar de una pista de patinaje sobre hielo en el patio trasero de nuestra casa durante los fríos inviernos de Idaho, en Estados Unidos. Cuando eran niños, era un desafío persuadirlos a pararse sobre el hielo duro y frío porque sabían cómo dolía al caerse. Cada vez que trastabillaban, mi esposo y yo corríamos para ayudarlos a enderezarse y afirmarse sobre los patines.
Lo que tengamos
Mi amiga estaba ansiosa por reunir a su familia y amigos para una fiesta en su casa. Todos los invitados deseaban estar juntos alrededor de esa mesa, y querían colaborar llevando alguna comida para compartir los gastos. Algunos llevarían pan, otros, ensalada o algún plato adicional. Pero una de las invitadas no tenía casi nada de dinero. Aunque ansiaba pasar esa noche con sus seres queridos, no podía comprar nada para llevar. Entonces, se ofreció para, a cambio, limpiar la casa de la anfitriona.
Impulsado a alentar
La carrera a campo traviesa Steven Thompson Memorial Centipede es una actividad sin igual. Los siete integrantes del equipo corren juntos, sosteniendo una cuerda, durante los primeros 3.200 metros de un recorrido de casi 5.000. Al llegar a la marca de 3.200 metros, sueltan la cuerda y cada uno termina el recorrido individualmente. Por lo tanto, el tiempo de cada persona es una combinación del paso del equipo más la velocidad de cada corredor.
Tesoro en una calabaza
Como madre joven, decidí documentar el primer año de vida de mi hija. Todos los meses, le tomaba fotos para ilustrar cómo había crecido y cambiado. Una de mis fotos favoritas la muestra sentada alegremente dentro de una calabaza hueca. Allí estaba ella, el deleite de mi corazón, sentada dentro de una calabaza gigante. Pero aunque aquella calabaza se fue secando, mi hija siguió creciendo.
Traigan sus botes
En 2017, el huracán Harvey produjo inundaciones catastróficas en el este de Texas, en Estados Unidos. La violencia de la lluvia retuvo a miles de personas dentro de sus casas, sin que pudieran escapar. En lo que se llamó la «Flota de Texas», muchos ciudadanos llevaron botes de otras zonas del estado y del país para ayudar a evacuar a la gente varada.
Un momento apropiado
Ayer compré un boleto de avión para que mi hija mayor vaya a la universidad. Me sorprende que el teclado de la computadora todavía funcione, ya que una catarata de lágrimas cayó de mis ojos mientras seleccionaba el vuelo. He disfrutado cada día de los 18 años que vivimos juntas, y me entristece que se vaya. No obstante, no le robaría la oportunidad que tiene por delante, por el mero hecho de extrañarla. A esta altura de su vida, es apropiado que se embarque en un nuevo viaje, para descubrir otra parte del país y aprender a ser adulta.