Benditos sean los límites
En todos los años que he trabajado con personas, todavía no he conocido a nadie que se haya arruinado la vida por obedecer los mandamientos de Dios. Sin embargo, en una época en que la libertad personal se estima un derecho inalienable, hablar de conformar nuestro estilo de vida a los caminos divinos suele considerarse una invasión de la privacidad. Y a cualquiera que hable a favor de los límites que Dios establece, se lo excluye. Pero en este frenesí por ser libres, deberíamos tener presente que nuestra sociedad se caracteriza cada vez más por un agobiante sentimiento de desesperación y de falta de significado.
Los cielos cuentan
Con apenas mirar el cielo nocturno nos maravillamos de la obra asombrosa de Dios. La inmensidad de las galaxias y la nebulosa de nuestra Vía Láctea nos recuerdan la creación espectacular y la obra sustentadora de Jesús, el cual mantiene todo en su lugar (Colosenses 1:16-17). Es como si tuviéramos un asiento en la primera fila en el teatro del poder creador de Dios.
¿Por dónde voy?
Pedir que me indiquen el camino no es una de mis cosas favoritas. Siempre me parece que si sigo buscando, finalmente voy a encontrarlo. Por el contrario, mi esposa Martie siempre quiere preguntar de inmediato y no puede creer que yo no esté dispuesto a admitir que no tengo ni idea de dónde estoy. Al final, ella es la sabia. Llega a su destino rápidamente y sin angustia, mientras que yo termino perdido.
Un Dios generoso
Hace poco, entré en el vestíbulo de un hotel que exhibía el mayor arreglo floral que he visto en toda mi vida. Rebosaba de colores; perfectamente dispuesto y con una fragancia asombrosa. Hizo que me detuviera y admirara su belleza un instante. Me llevó a reflexionar en que la abundancia tiene algo que atrae nuestro corazón. Piensa en la cautivante belleza de una fuente rebosante de frutas coloridas o en una mesada cubierta de tres o cuatro tartas listas para disfrutar después de una pródiga cena del Día de Acción de Gracias.
Rótulo de advertencia
Hoy todo viene con etiquetas de advertencia; desde artefactos nuevos hasta juguetes. Incluso los medicamentos contienen prospectos con letra pequeña sobre los posibles malos efectos.
Ante el miedo
Nunca olvidaré mi temor cuando era niño de que la ropa puesta en mi silla se convirtiera en una especie de dragón después de que se apagaran las luces de mi cuarto. Mi temprana experiencia de insomnio producido por el miedo me recuerda que, cuando las dificultades golpean a nuestra puerta, el temor no es el mejor amigo. Impide que avancemos y que hagamos lo correcto… a menos que tengamos los ojos puestos en Jesús.
Un atisbo de la gloria
Todos los veranos, miles de televidentes del programa Good Morning America [Buenos Días, Estados Unidos] votan para elegir el mejor lugar del país. Me encantó cuando anunciaron que el ganador de 2011 era un lugar del estado donde vivo. Debo reconocer que no esperaba que el sitio premiado estuviera prácticamente en el fondo de mi casa. Me recordó cuando mi esposa Martie y yo visitamos las Cataratas del Niágara. Un hombre que estaba por ahí se dio cuenta de que éramos turistas y bromeó, diciendo: «No tienen nada de raro. Las veo todos los días».
Baja las manos
Creo que tengo grabadas las huellas digitales de mi madre en la rodilla por tantas veces que me apretó la pierna en la iglesia y me susurró frases conocidas como: «Quédate quieto». De niño, era muy inquieto; en especial, en lugares como la iglesia. Por eso, durante años, cuando leía: «Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…» (Salmo 46:10), pensaba que se refería a no estar inquieto.
Capturar el momento
Mi esposa Martie es una gran compradora. Cuando compra alimentos, lee todas las etiquetas y se fija en el precio por unidad para determinar cuál conviene adquirir. Pero su mejor costumbre es mirar la fecha de «vencimiento». Ella no toma el primer envase de leche que ve, sino que se lleva el que tiene la fecha más tardía, de modo que pueda traer a casa la más fresca del supermercado.
Bueno y abundante
Debo admitir que soy sumamente goloso. De todos los dulces que me encantan, los Good & Plenty [Bueno y abundante] están entre los primeros de la lista. ¡La vida es buena cuando tengo un puñado de esos exquisitos caramelos recubiertos de azúcar!