La verdad en un taxi
Un día, cuando estaba en el centro de Chicago, tomé un taxi. Cuando subí, observé varias propagandas de un gurú de la Nueva Era pegadas en el asiento delante de mí. El chofer declaró que este místico era el «enviado divino» para nuestra época. Creía que Dios había designado diversos líderes a través de las edades, y que Jesús había sido simplemente el elegido para su generación.
Unidad familiar
Con mi esposo y mis hijos, tenemos una tradición que nos divierte. Sucede cuando estamos en casa y alguno exclama: «¡abrazo familiar!». Nuestro lugar de encuentro suele ser la cocina, donde yo abrazo a los niños y mi esposo extiende los brazos para abrazarnos a todos. Es nuestra manera de expresar amor y de disfrutar de un breve momento de comunión familiar.
Una imagen de Él
Un día, mi hijo le quitó el capuchón a un marcador anaranjado y dibujó a su padre. La interpretación del niño mostraba ojos, una nariz y una boca, todo dentro de un círculo encima de dos palos largos (él me informó que eso eran las piernas). Aunque mi pequeño recibió una buena calificación por el esfuerzo, su imagen no mostraba ningún rasgo que tan siquiera reflejara algún parecido con mi esposo: ojos azules, una sonrisa confiada y un cabello salpicado de canas.
Observación
Mientras estaba haciendo cola para pagar, calculaba cuánto sería y trataba de impedir que mi hijo se perdiera. Casi ni me di cuenta cuando la mujer que estaba delante de mí salió rápidamente y dejó todos sus artículos en el mostrador. La empleada me comentó que aquella mujer no tenía suficiente dinero para pagar. Me sentí tremendamente mal; si tan solo me hubiera percatado de lo que pasaba, la habría ayudado.
Estudio del lenguaje
El Dr. Deb Roy, investigador en ciencia cognitiva del Instituto Tecnológico de Massachusetts, registró los primeros tres años de la vida de su hijo para aprender cómo adquieren el lenguaje los seres humanos. Junto con su esposa, equiparon su casa con dispositivos de grabación, los cuales usaron para compilar más de 200.000 horas de material de audio y video. Después de acumular, resumir y editar las grabaciones, pudieron oír que sonidos emitidos por el bebé, tales como «gaga», se convirtieron en palabras, como «agua».
Arrinconado
Un domingo por la mañana, D. L. Moody entró en una casa de Chicago para llevar a unos niños a la escuela dominical. Durante su visita, tres hombres lo arrinconaron en una habitación y lo amenazaron. «Oigan, un momento —dijo Moody—, denme una oportunidad de hacer una oración, ¿puede ser?». Los hombres lo dejaron clamar a Dios, y él oró con tanto fervor por ellos, que se fueron.
Un lugar mejor
Cuando falleció el suegro de mi amiga Marci, ella dejó de hacer el postre favorito de él: ensalada de piña. Un día, su hijito le preguntó por qué ya no la preparaba, y ella le contestó: «Me recuerda al abuelo y me pone triste. A él le gustaba muchísimo ese postre». Su hijo le respondió con tono alegre: «¡Pero no tanto como el cielo!».
Fuera del bote
Katsushika Hokusai fue uno de los artistas más prolíficos y destacados de la historia japonesa. Entre 1826 y 1833, cuando tenía entre 65 y 72 años, creó su obra más grandiosa: una serie de grabados en madera titulada Treinta y seis vistas del Mte. Fuji. Entre esas pinturas había una obra maestra: La gran ola de Kanawaga. La hizo durante un período de luchas económicas y emocionales en su vida, y muestra una ola gigante bordeada de espuma con forma de garra, a punto de caer estrepitosamente sobre tres botes pequeños llenos de remeros.
Despreocúpate
Hace unos años, nuestro líder de estudio bíblico nos desafió a memorizar un capítulo de la Biblia y recitarlo de memoria delante del grupo. En mi interior, empecé a protestar y a rezongar. ¿Un capítulo entero, delante de todos? La memorización nunca había sido mi fuerte; me daba vergüenza pensar en los largos silencios mientras todos me iban a estar mirando y esperando que dijera las palabras siguientes.
Despertar con su Palabra
Parpadeé un poco hasta abrir los ojos, pero la habitación todavía estaba oscura. Era demasiado temprano para levantarse. Suspiré, acomodé la almohada y esperé volver a dormirme. Lamentablemente, una lista de cosas por hacer me bombardeaba el cerebro. Tenía que comprar alimentos, llevarle la comida a una amiga, contestar un correo electrónico, pedir una cita para ir al médico…