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Articles by James Banks

Círculos de alerta

Las gacelas africanas forman instintivamente «círculos de alerta» mientras descansan en la sabana. Se agrupan, con cada animal mirando hacia afuera y en una dirección levemente distinta. Esto les permite escanear el horizonte los 360 grados y avisar sobre posibles peligros u oportunidades.

El lugar más seguro

Cuando el huracán Florence se acercaba devastador a Wilmington, Carolina del Norte, mi hija se preparó para dejar su casa. Había aguardado hasta último momento, esperando que la tormenta se desviara, pero ya estaba seleccionando urgentemente qué papeles importantes, fotos y pertenencias se llevaría. «No pensé que sería tan difícil partir —me dijo después—, pero en ese momento, no sabía si encontraría algo cuando volviera».

Tener una vida tranquila

«¿Qué quieres ser cuando seas grande?». Todos escuchamos esta pregunta cuando éramos niños, o incluso siendo ya adultos. La pregunta surge de la curiosidad, y la respuesta que suele oírse indica una ambición. Mi respuesta cambió con los años: vaquero, chofer de autobús, soldado, médico… Sin embargo, no recuerdo que alguien sugiriera o que yo considerara seriamente poder llegar a tener «una vida tranquila».

Vale la pena esperar

En la estación de trenes Shibuya, en Tokio, hay una estatua de un perro akita llamado Hachiko. Se lo recuerda por una fidelidad inusual hacia su dueño, un profesor universitario que viajaba diariamente a su trabajo desde allí. El perro lo acompañaba por la mañana y volvía para encontrarse con él todas las tardes cuando llegaba el tren.

Confía en tu armadura

Cuando era joven, solía sentirme inseguro cuando asistía a talleres de escritura. Miraba a mi alrededor y veía salas llenas de gigantes: personas con capacitación formal y años de experiencia. Y yo, nada. Pero lo que sí tenía era un oído formado por el lenguaje, el tono y la cadencia de la versión inglesa del Rey Jaime de la Biblia. Era como mi armadura —por así decirlo—, a la cual estaba acostumbrado. Permitir que ella influyera en mi estilo de escritura y en mis palabras se convirtió en un gozo para mí y en esperanza para los demás.

El largo alcance del amor

Mary Lee es un tiburón blanco de 1,80 metros de largo y casi 1.600 kilogramos de peso al que los oceanógrafos le colocaron una identificación en 2012 y que se desplazaba por la costa este de los Estados Unidos. Cuando salía a la superficie, el transmisor colocado en su aleta dorsal era captado por un satélite. Durante cinco años, desde investigadores a surfistas podían ver en línea todos sus movimientos. Se pudo seguir su rastro durante unos 65.000 kilómetros, hasta que un día, la señal se detuvo; probablemente, porque la batería del transmisor se gastó.

Crecer en conocimiento

«¡Vas a ser estudiante de intercambio!». Con 17 años, me emocioné al escuchar que había sido aprobado para estudiar en Alemania. Pero eso fue solo tres meses antes de partir, y nunca había tomado clases de alemán.

La última palabra

Se llamaba Saralyn, y era la chica que me gustaba en la escuela. No sé si ella se daba cuenta de lo que yo sentía, pero sospecho que sí. Después de graduarnos, le perdí el rastro. Nuestras vidas fueron en diferente dirección, como suele suceder.

Inalterable

Hace poco, mi esposa y yo viajamos a Santa Bárbara, California —la ciudad donde nos conocimos y enamoramos hace 35 años— para asistir a nuestra reunión de exalumnos. Planeamos visitar varios lugares donde pasamos algunos de los mejores momentos juntos, pero cuando llegamos a nuestro restaurante mejicano favorito, nos encontramos con una tienda de artículos de construcción. Solo quedaba en la pared una gastada placa de hierro en conmemoración de las cuatro décadas de servicio a la comunidad de aquel restaurante.

Una razón para cantar

Para un hombre que vive según códigos, por así decir, me pareció un gran fracaso. ¿Qué podía hacer? Y bueno, me quedé dormido. Nuestros hijos tienen un horario establecido para volver a casa cuando salen de noche. Son chicos buenos, pero yo acostumbro esperar hasta que escucho que abren la puerta de casa. Quiero saber que llegaron bien. No tengo que hacerlo, pero lo hago porque quiero. Pero una noche, me desperté con mi hija diciéndome sonriente: «Papá, llegué bien. Deberías irte a la cama». A pesar de nuestras mejores intenciones, a veces, los padres se duermen en sus puestos. Fue muy humillante, pero también muy humano.