Una oración que nos encamina al cielo
Una de las primeras plegarias que aprendí de niño era: «Ahora que me acuesto a dormir, te pido, Señor, que me cuides…». Esta oración que aprendí de mis padres, se la enseñé a mis hijos cuando eran pequeños. Me confortaba muchísimo colocarme en las manos de Dios, diciendo esas palabras antes de dormirme.
El regalo del tiempo
Entré volando a la oficina de correos. Tenía varias cosas anotadas para hacer, pero, al entrar, me frustré cuando vi una fila larga que llegaba hasta la puerta. «Apresúrate y espera», musité, mientras miraba el reloj.
Refugio en la tormenta
Cuando vivía en Oklahoma, tenía un amigo que «perseguía» tornados. Juan detectaba cuidadosamente las tormentas mediante contactos radiales con otros perseguidores y un radar local, y trataba de guardar una distancia prudencial mientras observaba el recorrido de la destrucción, para poder informar de cambios repentinos a las personas que se encontraban en el sendero de peligro.
Declaración de dependencia
La madre de Laura luchaba contra el cáncer. Una mañana, una amiga de Laura, quien, por años, había quedado minusválida por una parálisis cerebral, oró con ella: «Señor, tú haces todo por mí. Por favor, haz todo por la mamá de Laura».
Amor humilde
Cuando Benjamín Franklin era joven, hizo una lista de doce virtudes en las cuales deseaba crecer a lo largo de su vida. Se las mostró a un amigo, quien le sugirió añadir «humildad». A Franklin le gustó la idea y agregó algunas pautas para ayudarlo con cada elemento de la lista. Entre sus reflexiones sobre la humildad, puso a Jesús como ejemplo a seguir.
Los años de masticar
Hace poco, mi esposa me regaló un cachorro de labrador, al que llamamos Max. Un día, cuando Max estaba conmigo en mi estudio, escuché el sonido de papeles que se rasgaban. Cuando me di vuelta, encontré a un perrito con expresión culpable, que tenía un libro abierto y una página que le colgaba de la boca.
Cuando faltan las palabras
Hace poco, le envié un mensaje a mi esposa Cari, pero mediante una grabación de voz. Estaba por salir para ir a buscarla al trabajo y llevarla a casa, y mi intención fue decirle: «¿Dónde quieres que te encuentre, viejita?».
Ansias de Dios
Un día, mi hija estaba de visita con nuestro nieto de un año. Yo estaba preparándome para salir a hacer un recado, pero, en cuanto salí de la habitación, mi nieto empezó a llorar. Ocurrió lo mismo dos veces, y las dos veces volví y me quedé un ratito con él. Cuando me dirigí hacia la puerta por tercera vez, empezó otra a vez a hacer pucheros. Entonces, mi hija dijo: «Papá, ¿por qué no lo llevas contigo?».
Dios en los detalles
Cuando mi cachorro labrador «achocolatado» tenía tres meses, lo llevé a la veterinaria para que le pusieran las vacunas. Mientras ella lo revisaba con mucho cuidado, notó una pequeña marca blanca en su pelo, en la pata trasera izquierda. Entonces, sonrió y le dijo: «De aquí te sostenía Dios cuando te sumergió en chocolate».
Consuelo compartido
«¡Dios le envió esta noche!»