Alas como de paloma
David suspiraba mientras decía: «¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría» (Salmo 55:6). En mi caso, construiría una cabaña en medio de las montañas o me apostaría permanentemente en una torre de vigía. Cuando la vida me agobia, yo también anhelo salir volando y descansar.
Seis grados de separación
Hace 80 años, el autor húngaro Frigyes Karinthy escribió un cuento corto titulado Cadenas, donde presentaba la idea de que cualquier par de personas en el mundo estaban vinculadas a través de, a lo sumo, cinco conocidos. Actualmente, esta tesis ha resurgido y suele llamársela Seis grados de separación. Por supuesto, es una teoría aún no comprobada. Pero hay una dinámica que hace que nos relacionemos con otras personas alrededor del planeta: la sabiduría y la providencia de Dios que actúa a través de su Palabra para llevar a cabo la voluntad del Señor.
El príncipe de paz
Hace años, conocí a un joven que formaba parte de una banda de motociclistas. Había crecido en un campo misionero donde servían sus padres. Cuando su familia volvió a su país natal, él aparentemente no pudo adaptarse a ese entorno. Vivió una vida tumultuosa y murió en medio de una pelea callejera entre bandas rivales.
Ejercicio para la piedad
El Año Nuevo suele ser un momento cuando decidimos cuidarnos mejor: hacer ejercicio, comer correctamente y, tal vez, bajar algunos de los kilos que incorporamos durante las fiestas. Pablo dice: «… el ejercicio físico trae algún provecho…» (1 Timoteo 4:8 nvi); por eso, me esfuerzo para alcanzar la mejor condición física posible. Trato de comer más o menos lo correcto, aunque me encanta el pollo frito. Levanto pesas y camino, pero sé que mi cuerpo no va a seguir mucho tiempo en este mundo. Su fuerza está disminuyendo.
La yegua y su muchacho
Cuando tenía alrededor de cinco años, mi padre decidió que me hacía falta tener un caballo para que lo cuidara. Entonces, compró una vieja yegua zaina, la llevó a casa y me la regaló. La llamé Dixie.
¿Qué te daré?
Me han contado que las «historias sobre tres deseos» pertenecen a casi todas las culturas y siguen una idea similar: Aparece un benefactor y ofrece conceder tres deseos a un confiado beneficiario. Que estos cuentos se den con tanta frecuencia sugiere que todos queremos tener algo que no podemos conseguir por nuestros propios medios.
Compañero de viaje
Me encanta recorrer los pasos y los senderos de Idaho, en Estados Unidos, y disfrutar de su grandeza y pintoresca belleza. A menudo, recuerdo que estas caminatas simbolizan nuestra travesía espiritual, ya que la vida cristiana consiste simplemente en caminar con Jesús a nuestro lado como compañero y guía. Él recorrió los caminos de Israel de un extremo al otro, reuniendo a Sus discípulos y diciéndoles: «Venid en pos de mí» (Mateo 4:19).
Corderos que vadean
El escritor C. S. Lewis dice que los conceptos religiosos son como las sopas: algunas son espesas y otras son claras. Sin duda, hay conceptos «espesos» en la Biblia: misterios, sutilezas y complejidades que desafían las mentes más desarrolladas. Por ejemplo: «[Dios] de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece» (Romanos 9:18). Sin embargo, en el mismo volumen hay ideas que son nítidamente «claras»: simples, asequibles y fácilmente comprensibles. ¿Qué podría superar la sencillez de la cristalina declaración de 1 Juan 4:16: «Dios es amor»?
¿Por qué yo?
Hace poco, leí el Salmo 131, uno de mis favoritos. En el pasado, lo consideraba un estímulo para entender que el misterio es uno de los rasgos del carácter de Dios. Sus palabras me desafiaban a mantener la mente tranquila, ya que soy incapaz de entender todo lo que el Señor está haciendo en Su universo.
¡Papá no dijo «Ay»!
Tengo un amigo que, una noche, estaba trabajando en la oficina de su casa tratando de terminar una tarea impostergable. Su hijita, que en ese entonces tenía unos cuatro años, jugaba alrededor del escritorio entreteniéndose con una cosa y otra, moviendo objetos de un lado para otro, abriendo los cajones y haciendo bastante ruido.