El visitante
Un amigo mío le preguntó a un hombre recién jubilado qué iba a hacer ahora que ya no trabajaba todo el tiempo. «Me considero un visitante —respondió el hombre—. Voy a ver a integrantes de nuestra iglesia y comunidad que están en el hospital o en centros de cuidados especiales, que viven solos o que, simplemente, necesitan alguien que hable y ore con ellos. ¡Y me encanta hacerlo!». Mi amigo quedó impresionado ante la claridad de propósito de este hombre y su interés en los demás.
Hábitos saludables
En la actualidad, se habla mucho sobre mejorar la salud desarrollando hábitos optimistas, ya sea al enfrentar un diagnóstico médico difícil o una pila de ropa para lavar. La Dra. Bárbara Fredrickson, profesora universitaria de psicología, señala que deberíamos tratar de realizar actividades que generen gozo, gratitud, amor y otros sentimientos positivos. No obstante, sabemos que no basta con tener un deseo generalizado de sentirnos bien, sino que también necesitamos una fuerte convicción de que existe una fuente de gozo, paz y amor de la cual podemos depender.
Fuente de ayuda
Ya a los 20 años, Lygon Stevens, un experimentado montañista, había llegado a la cima de los montes McKinley y Rainier; de 4 cumbres de los Andes, en Ecuador; y de 39 de las montañas más altas de Colorado, en Estados Unidos. «Escalo porque me encantan las montañas —declaró—, y porque allí me encuentro con Dios». En enero de 2008, Lygon murió en una avalancha mientras escalaba un cerro junto con su hermano, el cual sobrevivió.
Había que actuar
Un congresista de los Estados Unidos de América tenía 23 años cuando participó en la histórica «Marcha a Washington» en 1963, encabezada por el Dr. Martin Luther King Jr., en defensa de los derechos humanos. Cincuenta años después, un periodista le preguntó a aquel parlamentario qué efecto le había producido en esa ocasión el discurso del Dr. King, Tengo un…
¿Tarde para cambiar?
Muchos idiomas tienen dichos sobre la dificultad de cambiar hábitos antiguos. En inglés: You can’t teach an old dog new tricks [Perro viejo no aprende trucos nuevos]. En francés: Ce n’est pas a un vieux singe qu’on apprend a faire la grimace [Mono viejo no aprende a hacer muecas]. En español: Loro viejo no aprende a hablar.
¿Mejor o peor?
Al principio de cada año, los expertos predicen lo que ocurrirá con la economía, la política, el clima y muchísimos temas más. ¿Habrá guerra o paz? ¿Pobreza o prosperidad? ¿Progreso o estancamiento? En todas partes, la gente espera que el nuevo año sea mejor que el anterior, pero nadie sabe qué sucederá.
¿Sigue Jesús aquí?
La casa de Eduardo era una entre las más de 500 destruidas por un incendio forestal. Cuando le permitieron volver y revisar entre las cenizas y los escombros, esperaba encontrar un precioso recuerdo familiar que había hecho su esposa: una pequeña estatuilla de cerámica del niño Jesús, del tamaño de un sello postal. Mientras buscaba entre los restos carbonizados de su hogar, seguía preguntándose: ¿El niño Jesús seguirá estando aquí?
Paz duradera
La Nochebuena de 1914, durante la Primera Guerra Mundial, las armas se silenciaron a lo largo de unos 45 kilómetros en el Frente Occidental. Los soldados espiaban cuidadosamente desde la parte más alta de sus trincheras, mientras algunos salían para reparar sus posiciones y enterrar a los muertos. Cuando llegó la noche, algunas tropas alemanas encendieron linternas y cantaron villancicos navideños. Desde el frente británico, los hombres aplaudían y saludaban.
La esencia de Navidad
La primera edición de la novela de Charles Dickens, Cuentos de Navidad, se lanzó el 19 de diciembre de 1843, y nunca dejó de publicarse. Narra la historia de Ebenezer Scrooge, un hombre rico, amargado y avaro, que afirma: «a todos los idiotas que van con el ¡Feliz Navidad! en los labios los cocería en su propia sustancia». Sin embargo, una Nochebuena, Scrooge cambió radicalmente y se convirtió en un hombre generoso y feliz. Con gran humor y discernimiento, el libro de Dickens refleja el anhelo universal de tener paz interior.
Llamado por nombre
Al principio del año académico, la directora de una escuela de la ciudad donde vivo prometió aprender el nombre de los 600 alumnos que asistían. El que dudara de su capacidad o determinación podía revisar sus antecedentes: el año anterior, había aprendido el nombre de 700 alumnos; y, previo a eso, el de 400 más en diferentes escuelas. Piensa en cuán importante habrá sido para esos estudiantes que ella los reconociera y los saludara por sus nombres.