Jamás olvidado
El escritor ruso Fyodor Dostoyevsky dijo: «El nivel de civilización de una sociedad puede determinarse al entrar en las cárceles». Con esto en mente, leí un artículo en línea que describía «Las ocho cárceles más temibles del mundo». En una de ellas, todos los presos están en confinamiento solitario.
Prensa de aceitunas
Si visitas la aldea de Capernaum, junto al Mar de Galilea, verás muestras de antiguas prensas de aceitunas. Hechas de roca de basalto, tienen dos partes: una base y una rueda para moler. La base es grande, redonda y con una depresión circular. Las aceitunas se colocaban en esa depresión y se hacía girar la rueda, también hecha de roca pesada, para machacarlas y extraer el aceite.
Abrir puertas
Charlie Sifford es un nombre importante en el deporte. Fue el primer jugador afroamericano en jugar en la Asociación de Golfistas Profesionales, en un deporte que, hasta 1961, tenía una cláusula que prohibía la participación de personas de color. Sifford soportó la injusticia y el acoso racial, y se ganó su puesto en el nivel más alto del juego: ganó dos torneos y, en 2004, fue el primer afroamericano en entrar en el Salón de la Fama del Golf Mundial. Charlie Sifford abrió la puerta para los jugadores de golf de todas las etnias.
La fábrica de tristeza
Siempre fui aficionado de los Browns de Cleveland, un equipo de fútbol americano, y como tal, experimenté varias desilusiones. Aunque mi equipo nunca ha jugado la Super Bowl, los Browns tienen aficionados fieles que siguen al equipo a todos lados. Pero, como suelen terminar desilusionados, muchos ahora se refieren al estadio sede como «la fábrica de tristeza».
Vino a buscarte
En sus novelas El proceso y El castillo, Franz Kafka (1883-1924) describe la vida como una existencia deshumanizada que torna a las personas en un mar de rostros vacíos, sin identidad ni valía. Escribe: «La cinta transportadora de la vida te lleva, quién sabe adónde. Uno se transforma en un objeto, una cosa, en lugar de una criatura viviente».
Alarmas recordatorias
El reloj de la torre de Westminster, que contiene la famosa campana conocida como Big Ben, es un ícono de Londres, en Inglaterra. La tradición dice que la melodía se tomó de la sección «Yo sé que mi Redentor vive», del Mesías de Handel. Con el tiempo, se le agregaron palabras y las colocaron junto al reloj:
Sacrificio de Navidad
El clásico cuento de O. Henry, El regalo de los reyes magos, narra la historia de Jim y Delia, un matrimonio que atravesaba problemas financieros. La Navidad se acercaba y querían hacerse regalos especiales, pero la falta de dinero los llevó a tomar medidas drásticas. El bien más preciado de Jim era un reloj de oro, y el de Delia, su cabello largo y hermoso. Entonces, Jim vendió su reloj para comprarle unas peinetas a su esposa, mientras que ella vendió su cabello y compró una cadena para el reloj de su marido.
Misterios de Navidad
El cuento de Charles Dickens, Canción de Navidad, empieza con un misterio que rodea a Ebenezer Scrooge. ¿Por qué es tan malo este hombre? ¿Cómo se volvió tan egoísta? Luego, a medida que los fantasmas de la Navidad lo hacen recorrer la historia de su vida, las cosas se van aclarando. Vemos qué lo convirtió de un joven feliz en un tacaño miserable, y lo llevó al aislamiento y la angustia. Mientras se resuelve el misterio, también vislumbramos el sendero hacia la restauración. El interés por los demás saca a Scrooge de la oscuridad que lo envolvía, para rodearlo de un gozo desconocido.
El tamborilero
El tamborilero es una canción popular de Navidad escrita en 1941. Originariamente, se conoció como Villancico del tambor, y se basa en una tradicional canción navideña checa. Aunque los relatos de Mateo 1–2 y Lucas 2 no hacen referencia a ningún niño que toque el tambor, la esencia de la letra alude directamente al significado de adorar. Habla de un mago que invita a un muchacho a la escena del nacimiento de Cristo; pero, a diferencia de los otros magos, como el chico no lleva ningún regalo, le da lo que tiene. Entonces, toca su tambor, mientras dice: «Interpreté para Él mejor que nunca».
Descanso navideño
Cuando era niño, repartía periódicos para ganar dinero. Tenía que levantarme a las tres de la madrugada, los siete días de la semana, para que los 140 ejemplares estuvieran en el domicilio correspondiente antes de las seis de la mañana.