Momentos embarazosos
Las luces titilantes de la policía me hicieron prestar atención a una mujer que había sido detenida por una infracción de tránsito. Mientras el oficial, con la libreta de multas en la mano, volvía a su auto, pude ver claramente a la conductora avergonzada y sentada impotente detrás del volante. Trataba de taparse la cara para que la gente que pasaba no la viera, con la esperanza de que no supieran quién era. Su proceder me recordó cuán embarazoso puede resultar cuando nuestras decisiones y sus consecuencias ponen de manifiesto cómo somos.
Quedarse quieto
Eric Liddell, conmemorado en la película Carrozas de Fuego, ganó una medalla de oro en las Olimpíadas de 1924, antes de ir a China como misionero. Años después, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, envió a su familia a Canadá para protegerla, pero él se quedó. Poco después, él y otro misionero extranjero fueron detenidos en un campo de concentración japonés. Tras varios meses de cautiverio, Liddell desarrolló lo que los médicos temían que fuera un tumor cerebral.
¡Maravilloso!
Cuando nuestro avión empezó a descender, la azafata leyó la larga lista con información para el aterrizaje como si estuviera haciéndolo por millonésima vez durante ese día: sin ninguna emoción ni interés mientras anunciaba nuestra inminente llegada. Después, con la misma voz cansada y monótona, concluyó: «Que tengan un hermoso día». La sequedad de su tono contrastaba con sus palabras. Dijo «hermoso», pero de un modo completamente carente de asombro.
La piedra Coade
Por toda Londres, hay estatuas y otros elementos hechos de un material de construcción singular llamado piedra Coade. Desarrollada por Eleanor Coade para su empresa familiar a finales del siglo xviii, esta piedra artificial es virtualmente indestructible y capaz de soportar el paso del tiempo, el clima y la contaminación generada por el hombre. Aunque maravillosa durante la Revolución Industrial, fue sacada de circulación a finales de la década de 1840, después de la muerte de Eleanor, y reemplazada como material de construcción por el cemento Portland. Aun así, hoy todavía permanecen docenas de ejemplos de esta piedra resistente y parecida a la cerámica, que ha soportado el severo entorno londinense por más de 150 años.
Ser testigo
Cuando era joven, presencié un accidente automovilístico. Fue una experiencia tremenda, agravada por una serie de complicaciones. Como fui el único testigo del incidente, pasé los meses siguientes contándole a una serie de abogados y de agentes de seguros lo que había visto. No esperaban que explicara los daños físicos ni los detalles de las heridas de las personas involucradas; solo me pedían que relatara lo que había presenciado.
Sendero de sabiduría
A Albert Einstein se lo oyó decir: «Solo dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana, y no tengo ninguna duda sobre esta última». Lamentablemente, parece que con suma frecuencia no hay límite para nuestra necedad… o para el daño que hacemos con nuestra insensatez y las decisiones que genera.
Misericordia inalterable
Mientras caminaba por el aeropuerto O’Hare de Chicago, en Estados Unidos, algo me llamó la atención: el mensaje en el sombrero de alguien que corría por los pasillos. En solo dos palabras, declaraba: «Niega todo». Me pregunté qué significaba: ¿nunca admitas ser culpable?, ¿prívate de los placeres y los lujos de la vida? Me quedé pensando en el misterio de estos dos simples vocablos.
¿Casi satisfecho?
Cuando salí del restaurante a buscar el auto en el estacionamiento, vi una camioneta que pasaba a toda velocidad entre los coches. Mientras observaba la actitud descontrolada del conductor, me llamó la atención la frase escrita en la matrícula del frente del vehículo: «Casi satisfecho». Después de pensar en ese mensaje y en lo que intentaba transmitir, llegué a la conclusión de que el concepto «casi satisfecho» no existe. O estamos satisfechos o no lo estamos.
Interés abrumador
Hace un tiempo, escribí un artículo sobre mi esposa Marlene y sus problemas de vértigo. Cuando se publicó el devocional, me sorprendió la oleada de respuestas de lectores que ofrecían estímulo, ayuda, sugerencias y, mayormente, se interesaban por su bienestar. Llegaronde todo el mundo, de personas de todas las esferas de la vida. Las expresiones de afectuosa preocupación por mi esposa alcanzaron tal punto que resultó imposible responder a todos. Quedamos poderosamente maravillados al ver la respuesta del cuerpo de Cristo frente a la lucha de Marlene. Estábamos y seguimos estando profundamente agradecidos.
El don de la luz
Sir Christopher Wren diseñó y construyó más de 50 iglesias en Londres a finales del siglo xvii. Dos rasgos destacados caracterizaban su estilo. El primero eran campanarios altos y macizos. Sin embargo, el segundo era más significativo. Wren estaba convencido de que las ventanas de sus iglesias debían tener vidrios transparentes, en lugar de ser opacos como se acostumbraba en aquella época. Palabras atribuidas a él explican en parte su motivación: «La mayor dádiva de Dios para el ser humano es la luz». Para él, permitir que la luz bañara a la gente mientras adoraba era una celebración de ese regalo.