Our Authors

ver todo

Articles by Bill Crowder

Luchas compartidas

El 25 de abril de 2015, se celebró el centenario del Día de Anzac, en el cual, Australia y Nueva Zelanda recuerdan a los miembros de sus respectivos ejércitos que lucharon durante la Primera Guerra Mundial. En aquella ocasión, ninguno de los dos países tuvo que enfrentar separadamente los peligros de la guerra, ya que ambas naciones participaron de manera conjunta en la lucha.

La cruz y la corona


La Abadía de Westminster, en Londres, tiene un enorme trasfondo histórico. En el siglo x, los monjes benedictinos dieron inicio a la tradición de adorar diariamente en ese lugar, la cual continúa hasta hoy. Allí también están sepultadas muchas personas famosas; y todos los monarcas ingleses, desde 1066, han sido coronados en su interior. Incluso, 17 de esos reyes están enterrados ahí mismo… sus reinados terminaron donde empezaron.


El lado bueno


La nadadora Dara Torres tuvo una carrera extraordinaria. Participó en cinco Olimpíadas entre 1984 y 2008, y, casi al final de su carrera, batió el récord estadounidense en 50 metros estilo libre; 25 años después de haberlo establecido ella misma. Pero no todo fueron medallas y marcas, ya que también enfrentó obstáculos en su carrera deportiva: lesiones, cirugía y tener casi el doble de edad que la mayoría de sus rivales. Declaró: «Desde niña, quería ganar a todo, todos los días […]. También estoy convencida de que las dificultades tienen su lado bueno; generan nuevos sueños».


Ondas de esperanza


En 1966, el senador estadounidense Robert Kennedy hizo una visita influyente a Sudáfrica, donde brindó palabras de ánimo a los opositores del apartheid en su famoso discurso «Una ola de esperanza», pronunciado en la Universidad de Ciudad del Cabo. Declaró: «Cada vez que un hombre lucha por un ideal, o actúa para ayudar a otros o se rebela ante la injusticia, está generando una pequeña ola de esperanza, y millones de esas pequeñas olas, cruzándose entre sí y sumando intensidad, forman un maremoto capaz de derrumbar los muros de resistencia y opresión más poderosos».


Estar al lado


Cuando a mi hermana Carole le diagnosticaron cáncer de mama, toda la familia se preocupó. Las cirugías y los tratamientos nos hicieron temer por su bienestar, lo cual nos llevó a orar por ella. Durante los meses siguientes, fue sincera al ponernos al tanto de los desafíos, pero todos nos alegramos cuando llegó el informe de que los tratamientos habían tenido éxito. ¡Estaba recuperándose!


Eso hacemos


Mi padre fue gravemente herido tras recibir un disparo en la pierna mientras guiaba como teniente segundo a sus hombres en Hill 609, en el norte de África, durante la Segunda Guerra Mundial. Después de eso, nunca volvió a estar físicamente al cien por ciento. Yo nací varios años más tarde y, mientras fui joven, nunca supe que lo habían herido. Me enteré al tiempo, cuando alguien me contó. Aunque a mi padre siempre le dolía la pierna, nunca se quejaba ni usaba eso como excusa para no sustentar a su familia.


La chica del saludo


A finales del siglo xix y principios del xx, una imagen conocida recibía a los barcos mientras atracaban en uno de los puertos de Estados Unidos: Florence Martus, «la chica del saludo». Durante 44 años, esta muchacha saludó a las grandes naves procedentes del mundo entero, usando un pañuelo durante el día o un farol en la noche. En la actualidad, una estatua de Florence y sus fieles perros se eleva en el Parque Morrell, dando permanentemente la bienvenida a los barcos que ingresan.


Impredecible


En 2003, en el Abierto de Golf Femenino de los Estados Unidos, la relativamente desconocida Hilary Lunke se aseguró el premio más importante en ese deporte… y un lugar en la historia. No solo ganó la final en los 18 hoyos, sino que también fue su primera victoria como profesional. Su triunfo sorprendente e inspirador confirma una de las verdades más emocionantes en cuanto a los deportes: su imprevisibilidad.


Me encontró


La película Amazing Grace [Gracia admirable] se filmó con escenas propias de finales del siglo xviii. Cuenta la historia de William Wilberforce, un político a quien su fe en Cristo lo llevó a dedicar su dinero y energía a abolir el comercio de esclavos en Inglaterra. En una escena, el mayordomo de Wilberforce lo halla orando, y pregunta: «¿Encontró a Dios, señor?». Él respondió: «Creo que Él me encontró a mí».


Nombre propio


La mayoría de las familias tiene sus historias. En la mía, se trata de cómo decidieron qué nombre ponerme. Al parecer, en los primeros tiempos de casados, mis padres no se ponían de acuerdo sobre cómo llamar a su primer hijo. Mamá quería un varón con el nombre de papá, pero a él no le gustaba la idea. Después de mucho debate, acordaron que, solo si el bebé nacía el día del cumpleaños del papá, se llamaría como él. Aunque no lo crean, nací el día del cumpleaños de mi padre. Por eso, le agregaron al final «Junior» [Hijo].