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Articles by Arthur Jackson

Haz lo que dice

Daniel tenía que participar en la boda de su hermano, pero no se presentó. Era comprensible que los familiares estuvieran decepcionados, incluida su hermana Jazmín, quien estuvo a cargo de leer las Escrituras. En la ceremonia, leyó sin errores el conocido pasaje bíblico de 1 Corintios 13 sobre el amor. Pero tiempo después, cuando su padre le pidió que le entregara un regalo de cumpleaños a Daniel, ella vaciló. Le resultó más difícil poner en práctica las palabras sobre el amor que leerlas. No obstante, poco después se arrepintió y admitió: «No puedo levantarme y leer las Escrituras sobre el amor y no practicarlo».

Un escudo alrededor de mí

Nuestra iglesia sufrió una pérdida lamentable cuando Pablo, nuestro dotado director de canto, murió a los 31 años en un accidente en un bote. Él y su esposa DuRhonda conocían lo que era el dolor, ya que habían sepultado a varios hijos que habían muerto antes de nacer. Ahora habría otra tumba cerca de las de los pequeños. La aplastante crisis que experimentó esa familia fue como un golpe casi mortal en la cabeza.

¡Grandes cosas!

El 9 de noviembre de 1989, el mundo quedó atónito y emocionado ante la caída del muro de Berlín. La pared que había dividido la capital alemana durante 28 años se había derribado, y la ciudad volvería a estar unida. ¡Había ocurrido algo grandioso!

«Aunque»

En 2017, la oportunidad de ayudar a algunas personas tras la devastación producida por el huracán Harvey en Estados Unidos nos motivó a un grupo a viajar a Houston con el objetivo de alentar a los afectados por la tormenta. Mientras ayudábamos, nuestra fe fue desafiada y fortalecida al acompañarlos frente a sus iglesias y casas dañadas.

Listo para ser restaurado

Mientras servía en el ejército en Alemania, me compré un Volkswagen Beetle 1969 nuevo. ¡Era hermoso! El verde oscuro del exterior complementaba el cuero marrón del interior. Pero con los años, comenzaron a suceder cosas, incluido un accidente que arruinó el estribo y destruyó una de las puertas. Con más imaginación, podría haber pensado: «¡Mi auto clásico era un candidato perfecto para una restauración!». Y con más dinero, podría haberlo arreglado… pero nada de eso ocurrió.

Desvíos divinos

A veces, nos resulta difícil escuchar «no» o «ahora no» de parte de Dios. Al inicio de mi ministerio, surgieron dos oportunidades de servicio en iglesias, pero ambas puertas terminaron cerrándose. Después de estas dos desilusiones, surgió otro puesto, y esta vez, me seleccionaron. Con ese llamado ministerial, vinieron trece años de trabajo pastoral que impactó muchas vidas.

Presente en la tormenta

El fuego arrasó con el hogar de una familia de nuestra iglesia. Aunque el padre y un hijo sobrevivieron, el padre todavía estaba hospitalizado cuando su esposa, su madre y dos hijos fallecieron. Cuando sucesos desgarradores como estos aparecen, también lo hace la antigua pregunta: ¿Por qué a las personas buenas les pasan cosas malas?

Encadenados pero no silenciados

En 1963, la defensora de derechos humanos, Fannie Lou Hamer, y otras seis personas entraron a comer a un restaurante en Winona, Mississippi. Después de que unos policías los obligaron a irse, fueron detenidos y encarcelados. Pero la humillación no terminaría con un arresto ilegal, sino que todos fueron golpeados, y Fanny recibió lo peor. Tras un brutal ataque que la dejó casi muerta, comenzó a cantar: «Pablo y Silas encerrados en la cárcel; deja a mi pueblo ir». Y no cantaba sola. Los otros prisioneros —sujetos sus cuerpos pero no sus almas— se unieron a ella en el canto.

Las manos asombrosas de Dios

Veinte minutos después de despegar, el plan de vuelo pasó de la calma al caos. Cuando uno de los motores del avión falló, partes sueltas rompieron una de las ventanillas, y la cabina se descomprimió. Lamentablemente, varios pasajeros sufrieron heridas y una persona murió. De no haber tenido el avión un piloto tranquilo y capaz —entrenado para la guerra—, las cosas habrían sido trágicamente peores. El titular de un periódico decía: «En manos asombrosas».

Fuerza del segundo aliento

A los 54 años, participé de la maratón de Milwaukee con dos objetivos: terminar la carrera y hacerlo en menos de cinco horas. Mi tiempo habría sido asombroso si la segunda mitad del recorrido hubiese ido tan bien como la primera. Pero la carrera era extenuante, y el segundo aliento que esperaba nunca llegó. Cuando crucé la línea de llegada, mi paso firme se había tornado en una caminata dolorosa.