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Articles by Anne Cetas

La regla de los cinco minutos

Hace tiempo, leí sobre una regla de cinco minutos que tenía una madre para sus hijos. Ellos tenían que estar listos para la escuela cinco minutos antes de que fuera hora de salir.

Las pequeñas cosas

Mi amiga Gloria nos llamó entusiasmada. No podía salir de su casa, excepto para ir al médico. Así que entendí su alegría cuando me dijo: «Mi hijo acaba de conectar parlantes a mi computadora. ¡Ya puedo ir a la iglesia!». Ahora, podía escuchar la transmisión en vivo de la reunión. No paraba de hablar de la bondad de Dios y del «mejor regalo que mi hijo podría haberme dado».

Día 9: Sin respuesta

También les refirió Jesús
una parábola sobre la necesidad de orar siempre,
y no desmayar. LUCAS 18:1

Una de mis luchas más grandes es orar y no ver la respuesta. Quizá te identifiques con esto. Le pides a Dios que rescate a un amigo de una adicción, que le conceda la salvación a un ser amado, que sane a un niño…

Candados del amor

Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros… — Efesios 5:2

Los «candados del amor» son un fenómeno creciente. Miles de personas enamoradas han colocado estos candados en puentes, puertas y cercas en todo el mundo. Las parejas graban sus nombres en ellos y los colocan en lugares públicos como un símbolo…

Mira lo que Jesús ha hecho

El niño tenía solo ocho años cuando le anunció a Guille, un amigo de sus padres: «Amo a Jesús y, algún día, quiero servirlo en otro país». Durante diez años, Guille oró por él mientras lo veía crecer. Tiempo después, cuando este joven presentó una solicitud a una organización misionera para ir a Mali, Guille le dijo: «¡Ya era hora! Cuando escuché lo que querías hacer, invertí un poco de dinero y lo he estado ahorrando para ti, esperando esta noticia emocionante». El corazón de Guille vibraba por ayudar a otros y colaborar para que la gente conociera la buena noticia de Dios.

El tarro de gratitud

Susi quería madurar espiritualmente y ser más agradecida; entonces, empezó lo que llamó «el tarro de gratitud». Cada noche, escribía algo por lo que estaba agradecida a Dios y lo ponía en el tarro. A veces, tenía muchos motivos para alabar, pero en jornadas difíciles, luchaba por encontrar alguno. A fin de año, vació el tarro y leyó todas las notas. De pronto, vio que estaba dando gracias a Dios por todo lo que Él había hecho; cosas sencillas, como un hermoso atardecer o una noche fresca para salir a caminar, y otras situaciones en que había provisto su gracia para enfrentar una dificultad o había contestado una oración.

Nuestra cobertura

Cuando hablamos de nuestra fe en Jesús, a veces, usamos palabras que no entendemos ni explicamos. Una de ellas es justo. Decimos que Dios administra justicia y que hace justas a las personas, pero este puede ser un concepto difícil de comprender.

¿Qué harás tú?

Emilia escuchaba mientras unos amigos hablaban de sus costumbres para la fiesta de Acción de Gracias. Uno explicó: «Uno por uno, decimos por qué estamos agradecidos». Otro mencionó: «Aunque mi padre tenía demencia senil, su oración de gratitud al Señor era clara». Y otro compartió: «Nosotros cantamos juntos, ¡y mi abuela nunca para de cantar!». Emilia sintió celos y tristeza al pensar en su familia, y se quejó: «Nuestra costumbre es comer, mirar televisión y no mencionar a Dios ni dar gracias por nada».

Solo una apariencia

Carina se esfuerza muchísimo para que la gente la admire. Se muestra feliz casi todo el tiempo para que los demás lo noten y la elogien por su actitud. Algunos la felicitan porque la ven ayudar a personas de la comunidad. Sin embargo, cuando se sincera, admite: «Amo al Señor, pero, en cierto modo, siento que mi vida es solo una apariencia». Una sensación de inseguridad se esconde detrás de sus esfuerzos por intentar quedar bien ante los demás, y reconoce que ya no puede seguir así.

¿Hay que hacerlo?

Julia comenzó la clase para niños con una oración y, luego, cantaron juntos. Emanuel, de seis años, se retorcía en su asiento cuando ella volvió a orar tras presentar al maestro, Aarón. Después, Aarón empezó y terminó la clase orando. Emanuel se quejó: «¡Cuatro oraciones! ¡Yo no puedo estar sentado quieto tanto tiempo!».