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Articles by acharles

Honrar a Dios

La reunión en la iglesia estaba en pleno desarrollo. Esa mañana, nos visitaban algunas personas por primera vez. El predicador iba por la mitad del sermón, cuando observé que una de las visitas salía. Sentí curiosidad y preocupación; entonces, salí detrás de ella.

¿Regocijarse siempre?

El pueblo akan, en Ghana, tiene un dicho: «¡La lagartija es más agresiva con los niños que se detienen y se regocijan en su final que con los que le arrojan piedras!». Regocijarse en la ruina de alguien es como si uno mismo la provocara o le deseara un mal peor.

¡Con razón!


«Es justo para ti», me dijo mi amiga. Estaba hablando de un muchacho al que acababa de conocer. Dijo que tenía ojos agradables, una agradable sonrisa y un corazón agradable. Cuando lo conocí, tuve que reconocer que era cierto. Hoy es mi esposo… ¡con razón lo amo!


Lecciones del sufrimiento


El primer plano en la pantalla gigante era grande y nítido; por eso, podíamos ver los cortes profundos en el cuerpo del hombre y su cara ensangrentada. Un soldado lo azotaba, mientras una multitud enfurecida se reía. La escena parecía tan real que, en medio del silencio de la sala, me encogía y gesticulaba como si yo estuviera padeciéndolo. Sin embargo, era solo una película que representaba el sufrimiento de Jesús por nosotros.


Un perfume y una carta


Cada vez que paso junto a un rosal o a un ramo de flores, no puedo resistir la tentación de acercar una flor a mi nariz para sentir el perfume. El aroma agradable me incentiva y despierta en mi interior sensaciones agradables.


Los planes de Dios


Un oficial del ejército puede tener un plan general, pero, antes de cada batalla, debe recibir y dar instrucciones nuevas. Josué, un líder del pueblo de Dios, tuvo que aprender esta lección. Después de que los israelitas pasaron 40 años en el desierto, el Señor escogió a Josué para que los liderara en la entrada a la tierra que Él les había prometido.


No lo pospongas


Durante años, le hablé a mi primo lejano sobre su necesidad de un Salvador. Hace poco, cuando vino a visitarme y volví a invitarlo a recibir a Cristo, respondió de inmediato: «Me gustaría aceptar a Cristo y unirme a una iglesia, pero todavía no. Vivo entre personas con otras creencias. A menos que me mude, no podré practicar bien mi fe». La persecución, el ridículo y la presión de sus pares fueron las excusas para posponer su decisión.


Pasos de bebé


Mi hijita está aprendiendo a caminar. Tengo que sostenerla, y ella se aferra a mis dedos porque todavía se siente inestable. Tiene miedo de caerse, pero yo estoy allí para sostenerla y cuidarla. Mientras camina con mi ayuda, sus ojos destellan gratitud, felicidad y seguridad. Sin embargo, a veces llora porque no la dejo ir por lugares peligrosos… no se da cuenta de que estoy protegiéndola.


Cuando todo anda mal


Lo primero que a muchos les gusta citar cuando enfrentan dificultades es: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28). Pero no es fácil creerlo en momentos complicados. Una vez, me senté a hablar con un hombre que había perdido tres hijos, una tras otro, y lo escuché lamentarse: «¿Cómo puede ser para mi bien semejante tragedia?». No supe qué contestar, pero permanecí a su lado, en silencio y acompañándolo en su dolor. Varios meses después, él estaba agradecido, mientras afirmaba: «Mi tristeza está acercándome a Dios».


Privilegio de familia


Cuando estaba en la escuela primaria, en Ghana, tuve que vivir con una familia amorosa y protectora, lejos de mis padres. Un día, todos los hijos se reunieron para un encuentro familiar especial. Primero, todos tuvimos que compartir experiencias personales. Pero, después, cuando solo se requirió la presencia de los «hijos de sangre», me pidieron gentilmente que saliera. En ese momento, la realidad me golpeó: yo no era un «hijo de la casa». Aunque me amaban, me pidieron que saliera, porque solamente vivía con ellos, sin formar legalmente parte de la familia.