La famosa estatua de El Cristo Redentor se ve desde toda la ciudad de Río de Janeiro, y representa a Jesús con los brazos extendidos, de modo que su propio cuerpo parece una cruz. El arquitecto brasileño Heitor da Silva Costa la diseñó, pensando que los habitantes de la ciudad la verían con las primeras luces del amanecer. Por la tarde, esperaba que vieran la puesta del sol como un halo detrás de la cabeza de la estatua.
Es valioso mantener los ojos puestos en nuestro Redentor todos los días; tanto en los momentos buenos como en los difíciles. Durante su sufrimiento, Job declaró: «Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará del polvo» (Job 19:25).
El clamor de su corazón nos señala a Jesús, nuestro Salvador viviente que, un día, volverá a visitar la Tierra (1 Tesalonicenses 4:16-18). Mantener los ojos puestos en Jesús significa recordar que fuimos rescatados de nuestro pecado, porque Él «se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio» (Tito 2:14).
Todos los que aceptaron a Jesús como Salvador tienen una razón para alegrarse. Al margen de lo que debamos soportar en este mundo, tenemos esperanza para hoy y aguardamos disfrutar la eternidad con Él.