El escritor Chaim Potok comenzó su novela Los elegidos describiendo un juego de béisbol entre dos equipos judíos en Nueva York. Reuven Malter, el protagonista, nota que el uniforme de los jugadores del otro equipo tiene un accesorio singular: cuatro franjas largas que sobresalen por debajo de la camiseta. Reuven reconoce que son una señal de obediencia estricta a las leyes de Dios en el Antiguo Testamento.
La historia de esas franjas, conocidas como tzitzit, empezó con un mensaje de parte de Dios. A través de Moisés, el Señor le dijo a su pueblo que hiciera unas franjas con hebras de hilo azul y que las cosieran a los extremos de la parte superior de la vestimenta (Números 15:38), y explicó: «para que cuando lo veáis os acordéis de todos los mandamientos del Señor, para ponerlos por obra» (v. 39).
El «ayuda memoria» de Dios para los antiguos israelitas tiene hoy un paralelo: podemos mirar a Cristo, quien de manera permanente cumplió la ley en nuestro lugar y obedeció a su Padre (Juan 8:29). Después de haber aceptado su obra a nuestro favor, nos vestimos «del Señor Jesucristo, y no [proveemos] para los deseos de la carne» (Romanos 13:14). Mantener los ojos puestos en el Hijo de Dios nos ayuda a honrar a nuestro Padre celestial.