Un amigo mío me contó una historia sobre su hijito. El niño estaba parado en un charco de barro; entonces, él le dijo que saliera. Sin embargo, su hijo empezó a correr por el charco. «Tampoco corras por ahí», agregó. El niño comenzó a caminar por el agua. Cuando le dijo: «¡Deja de caminar!», el pequeño se puso de puntillas en el agua, mirando desafiante a su papá. El muchachito sabía lo que deseaba su padre, pero no quería hacerlo.
A veces, me parezco a ese niño testarudo. Sé que al Señor no le agrada lo que hago, pero sigo adelante. Dios dijo a los israelitas que debían «[obedecer] diligentemente al Señor» (Deuteronomio 28:1 LBLA) , pero no lo hicieron. En el Salmo 119, el salmista reconoció su lucha: «¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos para guardar tus estatutos!» ( v. 5) .
Los celos, el odio y la rebelión ocurren con demasiada frecuencia. No obstante, Dios ofrece redención por medio del sacrificio de su Hijo Jesucristo. El Espíritu Santo nos ayuda cuando somos tentados (1 Corintios 10:13) . Además, cuando confesamos nuestros pecados, promete perdonarnos (1 Juan 1:9) .
Si eres como yo y sigues corriendo en el charco de barro de tu vida, cobra ánimo. Dios te ayudará a resistir la tentación, ¡y nunca dejará de amarte!