Estoy agradecido de que Dios me haya dado el sentido del olfato, para disfrutar de las fragancias de la vida. Pienso en cuánto me gusta algo tan sencillo como el aroma refrescante y atractivo de la loción para después de afeitar o el agradable olor del césped recién cortado en primavera. En especial, me encanta sentarme en el patio de mi casa, cuando el delicado perfume de mis rosas favoritas inunda el aire. Y, por supuesto, también está el sabroso aroma de una comida deliciosa.
Por eso, me llama la atención cuando el apóstol Pablo señala que nuestros actos generosos de amor son como un «olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios» (Filipenses 4:18) . Cuando pensamos en ayudar a los necesitados, solemos considerarlo una acción correcta; incluso, como algo que Cristo haría. Sin embargo, Pablo afirma que nuestros actos intencionales de suplir la necesidad de alguien inundan el trono de Dios con una fragancia que a Él le agrada.
Podemos deleitar al Señor con las fragancias de ser una bendición para los demás. ¡Qué incentivo adicional nos resulta esto para realizar obras de bondad en su nombre!
¿Quién podría necesitar hoy tus actos bondadosos? Pídele a Dios que te guíe hacia esa persona. Sé una bendición. ¡Es una obra fragante!