No tiene que ver con que la mesa sea cuadrada o redonda ni que las sillas sean de plástico o de madera; tampoco importa la comida, si fue hecha con amor. Una buena comida se disfruta cuando apagamos el televisor y los teléfonos celulares, y nos concentramos en las personas con quienes la compartimos.
Me encanta sentarme y disfrutar de una buena charla con amigos y familiares sobre infinidad de temas. Sin embargo, la tecnología lo ha dificultado. A veces, nos interesa más lo que dicen otros (tal vez, a miles de kilómetros de distancia) que lo que comenta la persona que está al otro lado de la mesa.
Hemos sido invitados a reunirnos alrededor de otra mesa para celebrar la Cena del Señor. No tiene que ver con que la iglesia sea grande o pequeña ni con el tipo de pan que se use. Se trata de apagar nuestros pensamientos para olvidar las preocupaciones y concentrarnos en Jesús.
¿Cuándo disfrutamos por última vez al participar de la mesa del Señor? ¿Gozamos de su presencia o nos preocupa más lo que sucede en otra parte? Esto es importante, porque «todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga» (1 Corintios 11:26) .