Pregunté a varios amigos cuál había sido la experiencia más difícil y dolorosa que habían atravesado, y mencionaron guerras, divorcios, cirugías y pérdidas de seres amados. Mi esposa contestó: «El nacimiento de nuestro primer hijo», ya que fue un parto complicado, en un solitario hospital del ejército. Pero, al mirar atrás, agregó que lo considera una alegría, «porque el dolor tuvo un gran propósito».
Antes de que Jesús fuera a la cruz, les dijo a sus seguidores que iban a atravesar un período de gran dolor y tristeza, y lo comparó con lo que siente una mujer durante el alumbramiento, cuando su angustia se convierte en gozo después del nacimiento del bebé (Juan 16:20-21) . «También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo» ( v. 22) .
En la vida, enfrentamos angustias; pero Jesús, «el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio» (Hebreos 12:2) , compró el perdón y la libertad para todos los que lo reciben como Salvador. Su doloroso sacrificio llevó a cabo el propósito eterno de Dios de abrir el camino a la comunión con Él.
El gozo de nuestro Salvador superó su sufrimiento, tal como la alegría que Él nos da aplaca nuestras angustias.