El asunto de la anticoncepción suscita una controversia legítima entre los cristianos. En un momento determinado, todos los cristianos se oponían a esta práctica unánimemente. Sin embargo, el avance de la tecnología ha hecho que los anticonceptivos artificiales 1  sean tan seguros y cómodos que la oposición ha disminuido. Aunque la enseñanza católicorromana sigue oponiéndose a ellos  2 , el liderazgo protestante ha tendido a aprobar la anticoncepción artificial con poca expresión pública de reserva. A pesar de la enseñanza católica, muchas parejas cristianas hoy, tanto católicas como protestantes, tienden a ver el control de la natalidad como una necesidad moderna. Pero al mismo tiempo, existe una minoría perseverante de parejas cristianas sensibles que siguen sin sentirse cómodas con la anticoncepción artificial y prefieren formas naturales de planificación familiar como «el método del ritmo».

El que consideremos o no la anticoncepción artificial como una necesidad refleja nuestra perspectiva del propósito de la sexualidad humana. ¿Cuál consideramos que es el propósito de las relaciones sexuales? Claro que su propósito más obvio y natural es iniciar la concepción y afirmar nuestro compromiso con los niños y la familia y con el futuro de la raza (Génesis 1:28).

Pero hay parejas que no pueden concebir o que han sobrepasado los años de la concepción. Si es imposible que tengan hijos, ¿deberían abstenerse de las relaciones sexuales? La Biblia ni siquiera sugiere que ese sea el caso. No hay nada en las Escrituras que implique que es pecaminoso que las personas casadas tengan relaciones sexuales sin la posibilidad de tener hijos. Las relaciones sexuales dentro del matrimonio son puras y honorables, incluso cuando no puede haber concepción. Esto se debe a que el matrimonio es una expresión de la más profunda intimidad posible entre dos personas  3 , una intimidad tan profunda que Pablo la usa como símbolo del amor de Cristo por su Iglesia.

¿Entonces por qué habría preguntas sobre el uso de anticonceptivos artificiales dentro del matrimonio? ¿No son todas las relaciones sexuales entre el esposo y la esposa honorables y puras por la naturaleza de su compromiso matrimonial? ¿No están la posición de la Iglesia Católica Romana respecto a la anticoncepción artificial, y la renuencia de muchas parejas sensibles a usarlos, basadas en un ascetismo no bíblico y un punto de vista que no es saludable, si acaso no mórbido, del cuerpo y la función sexual?

Indudablemente que ha habido un elemento de ascetismo no saludable en la perspectiva que muchos cristianos tienen hacia la relación. La Iglesia cristiana también ha caído en el error del ascetismo.  4  Pero la oposición católica hacia la anticoncepción artificial se basa en algo mucho más profundo que el ascetismo. Se basa en el concepto de lo sagrado de la sexualidad y el misterio del amor humano. También se basa en el hecho de que la sexualidad se puede utilizar mal, profanar y torcer fácilmente y convertirse en algo feo y destructivo.

Cuando percibimos la sexualidad humana con el respeto y la maravilla que merece, no consideramos los placeres físicos y emocionales que derivamos de ella un fin en sí mismos. Más bien los vemos como un subproducto derivado que se refina y aumenta en la medida en que sometemos nuestras propias actividades sexuales a la ley moral de Dios.

La mayor atracción de las relaciones sexuales es su asombrosa intimidad, pero nuestra capacidad de experimentar intimidad sólo puede manifestarse dentro de ciertos límites. Primero, no experimentamos una verdadera intimidad con alguien a quien no apreciamos ni honramos. Nuestra capacidad de apreciar y honrar está directamente relacionada con el grado de compromiso que tenemos con nuestro ser amado. Segundo, el grado de compromiso con nuestro ser amado tiene que ver con el punto hasta el cual estemos ambos comprometidos con Dios y con su voluntad para nuestras vidas.

La «revolución sexual» moderna nos ha llevado a olvidar la relación que existe entre la responsabilidad personal, el compromiso, el dominio propio y la intimidad. Ha tratado de hacer trampa a la ley moral de Dios por medio de una intimidad barata. Es por eso que tantas personas modernas buscan tener relaciones sexuales como si fueran un fin en sí mismas, sin compromiso 5 , sin responsabilidad, y sin más dominio propio que el necesario para pasar de una experiencia orgásmica a otra. Esa «intimidad barata» es peor para el espíritu humano que la mala comida para el cuerpo. Reemplaza la sexualidad saludable con la adicción sexual, produciendo un anhelo de más y más que no tiene posibilidad de alcanzar una verdadera satisfacción.

Incluso dentro del matrimonio, la anticoncepción artificial se puede usar fácilmente con la meta narcisista de procurar el placer sexual como un fin en sí mismo. Un matrimonio saludable se construye sobre la base de una profunda comprensión e intimidad que incluye la relación sexual, pero la trasciende. Más que exhortar a un esposo y una esposa a apreciarse el uno al otro en muchos niveles, la anticoncepción artificial puede socavar fácilmente el desarrollo de una verdadera intimidad deteriorando el dominio propio y poniendo demasiado énfasis en el erotismo fácil y superficial, aumentando así la cantidad de contactos sexuales al tiempo que debilita la calidad de la relación.

El uso de anticonceptivos artificiales está, ciertamente, dentro de los límites de la libertad cristiana. Sin embargo, igual que muchas cosas dentro de esos límites, se puede utilizar mal.


Notas:

  1. La anticoncepción artificial se apoya en medicamentos, un dispositivo o cirugía para reducir o eliminar la posibilidad de concepción.
  2. La Catholic Enyclopedia [Enciclopedia Católica] dice: «El control de la natalidad es una perversión voluntaria de los dones naturales de Dios para engendrar hijos, impidiendo con ello la concepción por medio de un coito interrumpido o detenido, instrumentos anticonceptivos o cirugía que prohibe la función de órganos que de otra manera son saludables, o por medios médicos o químicos. Los efectos de tales acciones son limitar el número de hijos, impedir el nacimiento y a menudo escapar de las responsabilidades de ser padres. Es esencialmente malo porque: emplear la función sexual para la gratificación propia de tal manera que se prohiba el propósito natural de dicha función es pervertirla; anular el propósito primordial de la relación matrimonial sin una razón seria es oponerse a la voluntad divina. El comité de obispos de los Estados Unidos presentó la posición de la Iglesia en una declaración el 30 de enero de 1922: «La Iglesia condena todo dispositivo y método positivo de control de la natalidad como necesariamente inmorales porque son perversiones de la naturaleza y violaciones de la ley moral. Más aún, los mismos conducen inevitablemente a debilitar el carácter, degradar las relaciones conyugales, disminuir la población y degenerar la vida nacional. Como remedio para los males sociales y económicos, el control de la natalidad no es sólo errado e inútil, sino que tiende a apartar la atención de los métodos genuinos del mejoramiento social.» (La Iglesia Católica Romana no prohibe la planificación familiar que se basa en el método del ritmo ni otros medios de evitar el embarazo de una manera natural.)
  3. Las Escrituras prohiben claramente las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Cuando el matrimonio no es posible, las Escrituras nos exigen que cada uno de nosotros «sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor» (1 Tesalonicenses 4:4, BLA). Además, hay numerosos pasajes que afirman claramente que uno de los propósitos del matrimonio es la satisfacción emocional y la realización de la pasión sexual (Proverbios 5:18-19; 1 Corintios 7:2-9; 1 Timoteo 4:3).
  4. «El ascetismo en general es una autodisciplina externa rígida por medio de la cual el espíritu se esfuerza para tener un dominio completo sobre la carne y un grado de virtud superior. Incluye no sólo esa verdadera moderación o restricción de los apetitos animales que es un deber cristiano universal, sino la abstinencia total de goces legítimos en sí mismos como el vino, la comida animal, la propiedad y el matrimonio, junto con toda clase de penitencia y mortificaciones del cuerpo.… La tendencia … asceta descansa principalmente en un concepto enérgico aunque mórbido de la maldad de la carne y la corrupción del mundo; luego en el deseo de soledad y exclusiva ocupación en las cosas divinas; y finalmente, en la ambición de alcanzar una santidad y un mérito extraordinarios» (Schaff, History of the Christian Church [Historia de la Iglesia cristiana], Tomo II, p. 388).
  5. Cierto es que puede haber un grado de ternura e intimidad entre dos personas que no están comprometidas la una con la otra. Pero gran parte de la ternura y la intimidad en una relación como esa, donde no hay compromiso fluye del anhelo (aunque sea inconsciente) de una conexión personal que sea duradera. Si ese anhelo nunca se materializa, la persona se agota y se desilusiona. Procurar la intimidad sin un compromiso degenera en un placer narcisista de poder usar a otra persona para complacernos a nosotros mismos.