Hace poco, cuando hubo elecciones en mi país, una madre necesitada a quien conozco cambió su voto por una bolsa de pañales. Ya habíamos hablado de los beneficios de cada candidato, así que su decisión me desilusionó. «¿Qué pasa con tus convicciones?», le pregunté.
Ella permaneció en silencio. Seis meses después de que ganó su candidato, los impuestos subieron aun más. Ahora todo está más caro… ¡incluso los pañales!
En todos los países del mundo, la corrupción política no es nada nuevo. Tampoco lo es la corrupción espiritual. Satanás intentó tentar a Jesús para que «vendiera» sus convicciones (Mateo 4:1-10). El tentador se le acercó cuando el Señor estaba cansado y hambriento, y le ofreció satisfacción inmediata: pan caliente en segundos, una salvación milagrosa, y los reinos del mundo y su gloria.
Sin embargo, Jesús sabía qué era lo mejor. Era consciente de que los atajos son enemigos peligrosos. Pueden ofrecer un camino libre de sufrimiento, pero, al final, el dolor que producen es mucho peor de lo que podamos imaginar. «Escrito está», declaró Jesús tres veces durante su tentación (vv. 4, 7, 10). Se aferró con firmeza a lo que sabía que era la verdad de Dios y su Palabra.
Cuando somos tentados, Dios también puede ayudarnos. Podemos depender de Él y de la verdad de su Palabra para ayudarnos a evitar atajos peligrosos.