Fue su impermeable amarillo lo que me llamó la atención. Rápidamente, aumentó mi interés en esta bonita alumna de primer año, de cabello castaño y largo. Poco después, me armé de valor e interrumpí a Sue mientras ella caminaba leyendo una carta de un muchacho de su ciudad, y, torpemente, la invité a salir. Me sorprendí cuando me dijo que sí.
Más de cuatro décadas después, Sue y yo miramos atrás y nos reímos de nuestro primer encuentro en aquella universidad… y nos maravillamos de cómo Dios unió a esos dos jóvenes tímidos. A través de los años, hemos enfrentado innumerables crisis mientras formábamos nuestra familia. Nos esforzamos para criar cuatro hijos y nos dolió tremendamente cuando perdimos a nuestra hija Melissa. Problemas grandes y pequeños han probado nuestra fe, pero hemos permanecido juntos. Todo esto implicó un compromiso de parte de ambos y la gracia de Dios. Hoy nos regocijamos en los designios del Señor, expresados en Génesis 2:24: dejar a nuestros padres, unirnos como hombre y mujer, y convertirnos en una sola carne. Amamos este plan asombroso que nos ha dado una vida tan maravillosa juntos.
El diseño de Dios para el matrimonio es hermoso. Por eso, oramos para que las parejas casadas experimenten cuán maravilloso es disfrutar juntos de la vida con la bendición de la guía amorosa del Señor.