¿Qué tienen en común los peces, los renacuajos y las arañas? Todos estos animales han llovido desde el cielo en diferentes partes del mundo. Sobre la ciudad australiana de Lajamanu, cayeron peces. Sobre regiones del centro de Japón, diluviaron renacuajos en varias ocasiones. Sobre el cerro San Bernardo en Argentina, llovieron arañas. Aunque los científicos sospechan que el viento tiene mucho que ver con estas lluvias intrigantes, nadie puede explicarlas por completo.
El profeta Ezequiel describió un aguacero mucho más extraordinario: una lluvia de bendiciones (Ezequiel 34:26). Habló de un tiempo en el cual Dios enviaría bendiciones, como si fuera una lluvia, para renovar a su pueblo. Los israelitas estarían a salvo de las naciones enemigas, tendrían comida suficiente, y serían liberados de la esclavitud y la vergüenza (vv. 27-29). Estas dádivas restaurarían la relación de Israel con Dios. Sabrían que el Señor estaba con ellos y que «ellos […], la casa de Israel» eran su pueblo (v. 30).
Dios también bendice a sus seguidores en esta época (Santiago 1:17). Algunas veces, las bendiciones abundan como la lluvia; otras, gotean de una en una. Independientemente de que tales bendiciones sean muchas o pocas, todo lo bueno que recibimos viene con un mensaje de Dios: Veo tus necesidades. Eres mío y me ocuparé de tus cosas.