En Navidad, todos los años se repiten en casa algunos acontecimientos. Por ejemplo, el aviso de mi esposa a nuestros hijos y nietos cuando abren sus regalos: «No rompan el papel, ¡podemos usarlo el año que viene!». A ella le encanta hacer regalos bonitos, pero también le importa mucho el envoltorio. La presentación es parte de la belleza del contenido.
Me hace pensar en el envoltorio que Cristo escogió cuando vino como el don redentor para rescatarnos de nuestros pecados. Podría haberse envuelto en una asombrosa muestra de poder, iluminando el cielo con su presencia en una celestial demostración de gloria. Sin embargo, en una maravillosa inversión de Génesis 1:26, prefirió envolverse «semejante a los hombres» (Filipenses 2:7).
Entonces, ¿por qué es tan importante este envoltorio? Porque, al ser como nosotros, no desconoce nuestras luchas: experimentó una profunda soledad y un querido amigo lo traicionó; fue avergonzado públicamente, malinterpretado y falsamente acusado. En resumen: Él siente nuestro dolor. Por eso, el escritor de Hebreos nos dice que podemos acercarnos «confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).
Esta Navidad, cuando pienses en el regalo de Jesús, ¡recuerda tener en mente el «envoltorio»!