Cuando abrí la Biblia para leer Jeremías 1 al 4, el subtítulo del pasaje me llamó la atención: «Esperanza en tiempos de angustia». Casi me puse a llorar. El momento era oportuno, ya que estaba atravesando un período de tristeza por la muerte de mi madre.
Algo parecido había sentido el día anterior al escuchar el mensaje del pastor de mi iglesia. El título era «Gozo en el sufrimiento», basado en 1 Pedro 1:3-9. Tomó una ilustración de su propia vida: el aniversario de la muerte de su padre, ocurrida hacía un año. Para muchos, el mensaje fue significativo, pero, para mí, fue un regalo de Dios. Estos y otros hechos confirmaban la verdad de su Palabra: no me abandonaría en mi angustia.
Aunque el sendero del dolor es difícil, el Señor manda recordatorios de su presencia permanente. A los israelitas expulsados de la tierra prometida por su desobediencia, Dios les confirmó que estaba con ellos al enviar profetas como Jeremías, para ofrecerles esperanza; esperanza de reconciliación mediante el arrepentimiento. También, a aquellos a quienes Él permite que atraviesen momentos de prueba, les muestra su presencia a través de una comunidad de creyentes que se aman «unos a otros entrañablemente, de corazón puro» (1 Pedro 1:22). Estas señales de la presencia del Señor durante las pruebas terrenales confirman su promesa de la esperanza vivificadora que nos aguarda en la resurrección.