La reina Isabel ii ha reinado sobre Gran Bretaña por más de 60 años. La amabilidad y la clase han caracterizado su monarquía. De manera diligente, ha entregado su vida para servir bien a su nación; como resultado, la aman y veneran profundamente. Por eso, es comprensible la importancia de la bandera que flamea sobre el Palacio de Buckingham. Cuando está izada, significa que la reina está en la residencia del corazón de Londres. La bandera es una declaración pública de que ella está con su pueblo.
Mientras pensaba en eso, se me ocurrió que nuestro Rey Jesús reside en nuestro corazón como el Monarca que no nos deja ni nos desampara (Hebreos 13:5). Con la maravilla que esto representa para nosotros personalmente, me pregunto si quienes nos rodean reconocen por nuestra forma de actuar que Él vive en nuestro interior. Si Cristo está dentro de nosotros, se manifestará exteriormente. Como declaró Pablo, debemos ser «imitadores de Dios» y andar «en amor, como también Cristo nos amó» (Efesios 5:1-2). Al hacerlo, mostramos gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22-23).
Así que, enarbolemos la bandera de su presencia, su gracia, su justicia y su amor, para que otros vean al Señor en nuestra vida.