En la cima del monte Corcovado, mirando hacia la ciudad de Río de Janeiro, en Brasil, se levanta el Cristo Redentor, una de las estatuas más grandes de Cristo en el mundo. Con una altura de 30 metros y brazos extendidos con 28 metros de envergadura, esta escultura pesa 635 toneladas. Puede verse día y noche, desde casi todos los rincones de la ciudad. Una simple mirada al monte pone a la vista esta figura de Cristo, el Redentor.
El Nuevo Testamento declara que Cristo no es solo el Redentor, sino también el Creador del universo, y este se ve claramente en el Salmo 121. Allí el salmista nos desafía a levantar los ojos a los montes para ver a Dios, ya que nuestro «socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra» (vv. 1-2). Solo Él puede darnos fortaleza y guiar nuestros pasos a medida que nos abrimos camino en un mundo peligroso y problemático.
Elevamos nuestra mirada hacia Aquel que nos cuida (v. 3), nos protege (vv. 5-6) y nos cubre frente a toda clase de peligro. Nos guarda del mal y nos mantiene a salvo bajo su cuidado para la eternidad (vv. 7-8).
Con fe, alzamos nuestros ojos para ver a Aquel que es nuestro Redentor y Creador, ayuda, esperanza y refugio eterno.