Una pintura antigua que vi hace poco me impactó profundamente. Su título, Anastasis, significa «resurrección», y muestra de manera asombrosa la triunfante victoria de Cristo sobre la muerte. El Señor Jesús, recién salido de la tumba, saca a Adán y Eva de sus féretros, para darles vida eterna. Lo asombroso de esta obra de arte es su forma de mostrar que la muerte física y la espiritual, resultados de la caída, fueron radicalmente revertidas por el Cristo resucitado.
Antes de su muerte en la cruz, el Señor Jesús predijo que, un día, llamará a los creyentes a una existencia nueva y glorificada: «vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y […] saldrán» (Juan 5:28-29).
Por la victoria de Cristo sobre la muerte, la tumba no es el final. Es natural sentir tristeza y dolor cuando nos separamos de las personas a quienes amamos en esta vida. Pero el creyente no se desconsuela como los que no tienen esperanza (1 Tesalonicenses 4:13). El testimonio de la resurrección de Cristo es que, un día, todos los creyentes en Él serán levantados de sus tumbas para ser revestidos de cuerpos glorificados (1 Corintios 15:42-44). Y entonces, «estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4:17).