Al haber nacido en un país donde se conduce por la derecha, me resulta interesante que, en otros, los automóviles avancen por el lado izquierdo del camino. Una vez, estando en Inglaterra, oí a un guía turístico de Londres que explicaba una posible razón de esta ley: «En el siglo xix, los peatones y los carros tirados por caballos usaban los mismos caminos. Cuando un carro estaba a la derecha, podía ser que el látigo de un jinete golpeara a un peatón. Para evitar este peligro, se promulgó una ley que exigía que todos los carros anduvieran por el lado izquierdo del camino, para que los caminantes no sufrieran ninguna lesión».
Así como las reglas de tránsito son para beneficiarnos y protegernos, lo mismo sucede con los mandamientos de Dios. Como Él nos ama, nos los ha dado para nuestro beneficio. Pablo escribe: «Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gálatas 5:13-14).
Al aplicar la Palabra de Dios a nuestra vida, tengamos en mente que el Dios de gracia nos ha dado instrucciones para ayudarnos a amarlo más a Él y a interesarnos en los demás.