¿Alguna vez experimentaste remordimiento de comprador? Yo sí. Justo antes de comprar algo, siento ese entusiasmo que genera adquirir algo nuevo. Sin embargo, después de comprarlo, a veces me aplasta una ola de remordimiento. ¿Lo necesitaba realmente? ¿Debería haber gastado ese dinero?
En Génesis 3, encontramos el primer registro de remordimiento de comprador. Todo empezó con la serpiente astuta y su capacidad para saber vender. Persuadió a Eva para que dudara de la Palabra de Dios (v. 1). Después, sembró incertidumbre en ella al hacerla dudar del carácter de su Creador (vv. 4-5). Le prometió que sus ojos serían «abiertos» y que se volvería «como Dios» (v. 5).
Así que, Eva comió. Adán también. Y el pecado entró en el mundo. Pero el primer hombre y la primera mujer obtuvieron más de lo que tenían previsto: sus ojos fueron indudablemente abiertos, pero no se volvieron como Dios. En realidad, lo primero que hicieron fue esconderse de Él (vv. 7-8).
El pecado tiene consecuencias tremendas. Siempre nos priva de lo mejor que Dios tiene para nosotros. Pero Él, en su misericordia y gracia, vistió a Adán y a Eva con ropas hechas de pieles de animales (v. 21), simbolizando lo que Jesucristo haría por nosotros al morir en la cruz por nuestros pecados. Su sangre fue derramada para que pudiéramos vestirnos de su justicia… ¡sin ningún remordimiento!