África del Este es uno de los lugares más secos de la Tierra, lo cual hace que «Nairobi» sea un nombre tan significativo para una ciudad de esa región. El término proviene de una frase en masai, que quiere decir «agua fría», y que literalmente significa «el lugar del agua».
A lo largo de la historia, la presencia de agua ha sido tanto vivificadora como estratégica. Ya sea que una persona viva en un clima seco o en un bosque tropical, el agua es una necesidad innegociable. En una región seca y árida, saber dónde encontrar el lugar del agua puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Nuestra vida espiritual también tiene ciertos elementos innegociables. Por eso, al encontrarse con una mujer espiritualmente sedienta junto a un pozo, Jesús le declaró que Él era el único que podía proveerle agua viva: «el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna» (Juan 4:14).
Tal como el ciervo del Salmo 42:1-2, que brama en busca de agua, nuestra alma tiene sed de Dios y anhela tener comunión con Él (Salmo 63:1). Necesitamos desesperadamente la provisión que viene solamente de Jesucristo. Él es la fuente de agua viva que renueva nuestro corazón.