En su libro Daring To Draw Near [Desafío a acercarse], el Dr. John White escribe que, varios años antes, Dios había permitido que adquiriera una casa encantadora y muy lujosa. Sus sentimientos en cuanto a la casa fluctuaban en forma dramática.
Cuando pensaba que era un regalo bondadoso de Dios, se sentía gozoso y agradecido. Pero cuando empezaba a compararla con las de sus amigos, se sentía orgulloso de tener una casa tan hermosa, y su gozo desaparecía. Entonces, ese hogar se convertía en una carga. Lo único que podía ver era la cantidad de plantas y árboles que había que cuidar y la interminable cantidad de tareas complicadas que había que hacer. White declaró: «Mientras la vanidad nubla mis ojos y las cargas enturbian mi corazón, la gratitud me aclara la visión y aliviana mi peso».
El escritor de Eclesiastés veía a Dios en cada aspecto del disfrute de las cosas materiales. La capacidad de comer del fruto de nuestro trabajo e incluso la fuerza para recibirlos y disfrutar de ellos provienen del Señor (5:18-19).
De principio a fin, todas las cosas de esta vida son un regalo constante de parte de Dios. No merecemos nada. El Señor no nos debe nada tampoco. Sin embargo, nos da todo. Si recordamos esto, no tenemos por qué sentirnos egoístas ni culpables. Todas las bendiciones materiales que disfrutamos son una dádiva de nuestro Dios bondadoso.