Yves Congar tenía solo diez años cuando empezó la Segunda Guerra Mundial y la ciudad francesa donde vivía fue invadida por el ejército alemán. Su madre lo animó a llevar un diario, el cual se convirtió en una narración clara de una ocupación militar, con detalles coloridos. Registró una tragedia desde la perspectiva de un niño. Lo que había presenciado tuvo un impacto tan profundo en su vida que se sintió llamado a comunicarles a otros la esperanza que hay en Cristo.
Siglos antes, el profeta Jeremías había sido testigo de la invasión de Jerusalén a manos de Nabucodonosor, y escribió sus observaciones en su «diario»: el libro de Lamentaciones. A pesar de los momentos desesperantes, el profeta encontró esperanza en el corazón de Dios: «Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad» (3:22-23).
En diversas ocasiones, podemos experimentar o ser testigos de tragedias que parecen fuerzas hostiles que atacan nuestra vida. Pero esos momentos difíciles no duran para siempre. Como sucedió con Jeremías, nuestra mayor esperanza sustentadora es reflexionar en la fidelidad y la provisión de nuestro Padre celestial. ¡Las misericordias del Señor son nuevas cada mañana, y su fidelidad es grande!